Nos han pasado tantas cosas en nuestra cercana historia que la memoria corre el riesgo de dejar algunas en el olvido y destacar otras, sin que posiblemente sea justo ni lo uno ni lo otro.

Hace poco se ha conmemorado la llegada a Chile del carguero Winnipeg con exiliados republicanos españoles que venían de los campos de refugiados de Francia. El escritor Martín Cabrero ha relatado en un artículo, con detalle, las penosas circunstancias de esa hégira y la selección política que influyó en la selección de los pasajeros, consecuencia de las facciones que seguían presentes en la república en el exilio.

Todo exilio es un fracaso y una esperanza, una huida de lo peor y un empezar de nuevo. Y está llena de muy diferentes historias personales. Unas tristes y algunas inconfesables. De todo hay en el infierno de una guerra. Es bueno hacer Memoria, de la objetiva, aquella con la que aprende y se comprende la Historia, pero hay que denunciar sin paliativos las medias verdades, la visión partidista y el intento de falsificar nuestra historia.

Hubo un importante flujo de refugiados españoles que habían participado en las instituciones, la política y el ejército de la segunda república y que temían la llegada del ejército nacional de Franco. El exilio español por esa causa en Europa y América fue una sangría penosa en general.

También hubo un exilio tremendo de españoles que abandonaron como pudieron la zona republicana para salvar sus vidas. Y fue un exilio especialmente injusto por cuanto se encontraban en lo que se suponía la zona legal y democrática de la república y no habían cometido más crimen que ser conservadores o ir a misa. Muchos no lograron ni exiliarse ni vivir, pues encarcelados en las checas comunistas fueron asesinados en las cunetas por las bandas de milicianos.

Me contaron con detalle emocionado la forma en que, partiendo de las embajadas en Madrid , que actuaban como improvisados campos de refugiados, miles de españoles consiguieron llegar a embarcarse en Valencia con destino a Túnez, pero que al pasar por Sicilia , aprovecharon para lanzarse al agua y llegar a tierras italianas, donde fueron acogidos con cariño, como refugiados que eran huidos de aquella república del frente popular.

Otras exiliadas , forzosas, fueron las 14 monjas concepcionistas que, en 1936, fueron secuestradas y asesinadas por las bandas de milicianos armados en la república. Es difícil imaginar cual era el crimen cometido por ellas, salvo el odio de sus ejecutores. Han sido beatificadas, y la noticia la dio nuestra actual TVE pública diciendo que habían “desaparecido”. Un ejemplo de desmemoria y de falta de ética.

Es bueno tener memoria, y recordar a los exiliados, a los buenos, a los injustamente exiliados, se les debe reconocimiento. A todos.

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