'La voz más alta' versus 'Press'

Russell Crowe en 'La voz más alta'.

A lo largo de este año, he tenido la oportunidad de ver, o mejor dicho disfrutar, de dos series excelentes que desde prismas diferentes, relatan de forma cruda y brillante los entresijos de los medios de comunicación.

Me refiero a La voz más alta (Movistar) y Press (Filmin). La primera, norteamericana, nos muestra con rigor la vida del ejecutivo de televisión Roger Ailes desde el momento en que funda, con el apoyo de Rupert Murdoch, Fox News, hasta su caída en desgracia. La segunda, una impecable producción británica, parte de la ficción para presentarnos un dilema moral sobre los límites del periodismo, a través de la lucha entre dos periódicos que intentan llegar a sus lectores recorriendo caminos éticos opuestos.

La voz más alta sería una especie de Ciudadano Kane contemporáneo. Aquí Kane es Roger Ailes, y su figura es el eje central de una serie, que glosa de forma vibrante al hombre que posiblemente más ha fomentado el odio entre los norteamericanos en las útimas décadas. Para ello, a lo largo de su vida, no dudó en fabricar noticias falsas y transmitir opiniones sesgadas para perjudicar, a los que según su criterio, eran los enemigos de norteamérica. Todo ello además, trufado por una personalidad capaz de acometer cualquier abuso de poder para conseguir sus fines, lo que en la parte final de su vida le llevó a ser acusado por acoso sexual a muchas de sus empleadas.

Una serie de 7 episodios muy interesante, ya que nos ayuda a entender buena parte de lo que ha ocurrido estos últimos años en EEUU, haciéndolo además con brío narrativo. Russell Crowe, su protagonista, está espléndido metido en la piel de un personaje que si bien requiere buenas dosis de maquillaje, no es tan excesivo como para no poder disfrutar de la interpretación de un gran actor, dormido en los últimos años, que aquí parece resucitar, siendo además el eje sobre el que gravita toda la trama. Le rodea un espléndido plantel de actores, quizás no muy aprovechados en algunos casos, pero basados todos en personas reales, figuras contemporáneas conocidas, que hacen que te pegues muy bien a los hechos.

El drama de un intocable, alguien que se cree infalible, capaz de hacer casi cualquier cosa que se propone, pero que acaba siendo engullido por sus propios errores. Incapaz de ver que hay poderes más grandes que el suyo, la soberbia y la impunidad le llevan a lo más alto, y al mismo tiempo a lo más bajo. Poder, sexo, abuso, locura, avaricia y ego desmedido. Una historia de éxito que acaba en tragedia shakespiriana.

Por su parte, Press opta por una dialéctica de conflicto. A diferencia de La voz más alta, en esta serie británica las fake news tienen contrapunto, un oponente enfrente, por supuesto más ingenuo, pero dispuesto a luchar. Dos periódicos, frente a frente, y dos personalidades en cada uno de ellos que comparten la radicalidad de una vida pegada a la actualidad. Personas asociales que a través de diferentes caminos buscan la noticia, aunque con ello deban arrastrar a todo su entorno. Individuos para los que no hay más vida que la portada del día siguiente.

El actor Ben Chaplin está espléndido como editor del Post, un tipo que puede resultar encantador y sádico al mismo tiempo, nada le detendrá para dar una noticia. Por otro lado la actriz Charlotte Riley, periodista del Herald, fría, inaccesible, llegará hasta donde haga falta para sacar a la luz la verdad.

Esta serie de 6 capítulos (de la que no descartaría una segunda temporada) es trepidante y aprovecha unos secundarios que encarnan modelos periodísticos y morales que complementan bien a los protagonistas. No está exenta de mostrar las complejas relaciones entre la prensa y el poder, y transmite la irresistible adrenalina por adelantar a la competencia, dar una noticia, pero a través de caminos opuestos.

Una serie que todo estudiante de periodismo debería ver, y que compendia con buen pulso narrativo y tensión creciente, una historia de David frente a Goliat, en la que todos tienen fortalezas y debilidades, no parece haber verdades absolutas y queda claro el sometimiento último del periodismo al poder económico. Espacio amoral donde la crueldad brilla con luz propia con los medios como peones de su tablero.

Dos series, que más allá del interés de su discurso y su pertinencia en relación a los tiempos que corren, entretendrán y gustarán también por su factura y sus espléndidos guiones e interpretaciones. Para ver, entretenerse e incluso reflexionar.