El Dúo Dinámico nos cantaba “El final del verano llegó...” y el verano 2019 nos ha dejado canícula, incendios y algo por lo que desgraciadamente se le recordará: las gotas frías y DANA´s y las alertas sanitarias. Han sido tres:
- La taluremia provocada por Francisella tularensis, cuyo reservorio son los roedores y lagomorgos, y que se ha propagado por la plaga de topillos (Microtus) que no han de confundirse con los topos (Talpa), en Castilla-León.
- El síndrome de los niños lobo, hipertricosis, producido por la contaminación con minoxidil en Omeprazol en un laboratorio de Málaga.
- Y el brote de listeriosis. La Listeria monocytogenes, desconocida hasta el momento por la mayoría de la población, es un viejo enemigo de la industria alimentaria, especialmente de la cárnica. Ya hace unos años, un caso de listeriosis en el sur de Francia fue la gota que provocó que el grupo americano Sara Lee se desprendiera de sus filiales en Europa, dejando al borde de la desaparición a una conocida marca en España que finalmente se salvó porque los directivos decidieron adquirirla y mantenerla, conservando los puestos de trabajo, unos 100 en Navarra.
La Listeria es una bacteria grampositiva, no un “bichito tan pequeño...” como decía el ministro Sancho Rof en los 80. Anaerobia facultativa, que es capaz de sobrevivir en ausencia de oxígeno y psicrótrofo o psicrófilo facultativo que posee la facultad de resistir el frío y reproducirse en esas condiciones adversas de temperatura, y por tanto, de estropear los alimentos conservados en frío, además sin alterarlos a la vista o el olfato. Posee tal capacidad adaptativa que le permite convertirse en un caballo de Troya, lo que se denomina patógeno intracelular facultativo por lo que puede provocar abortos.
Una vez más, una alerta sanitaria se ha convertido en un alarma alimentaria, que ha provocado una psicosis o histeria entre los consumidores. Un signo de nuestro tiempo es que, cada vez más, comemos alimentos preparados (elaborados o semielaborados), ya sea por comodidad, por no saber cocinar o por falta de tiempo para ello. El consumidor es el eslabón final de la cadena alimentaria y por ello debe tener formación básica de manipulación de alimentos, leer las etiquetas de los mismos y seguir las indicaciones de las mismas. Ahora, con la transversalidad educativa, no estaría de más que se insistiera en Primaria y ESO sobre este tema.
Por otro lado, la legislación obliga a las industrias y establecimientos relacionados con los alimentos a poner a disposición de los consumidores alimentos sanos y seguros.
El reciente caso nos debiera ayudar a implementar nuestro sistema. Sí es cierto que el sistema ha funcionado, pero no lo suficientemente bien como para evitar muertes y abortos, aunque fuera en población susceptible de riesgo.
De entrada, hemos asistido a una rivalidad entre administraciones y a un afán de sus gestores (políticos) por pasar la pelota. Es lamentable, bochornoso e indecente que en vez de preocuparse por los ciudadanos se dediquen a jugar a reinos de taifas.
Es clara la legislación europea que rige este tema y está traspuesta a los distintos niveles de nuestro complejo sistema burocrático administrativo por lo que cada palo tendrá que aguantar su vela. Los productores y comercializadores deben tener implantado un sistema de Análisis de Peligros y Control de Puntos Críticos, actualizado y revisable periódicamente, protocolo de limpieza e higiene, sistema de trazabilidad que permita tanto ascendente como descendentemente, ir de la granja a la mesa y viceversa y un sistema de formación de los operarios. Además, un procedimiento de actuación ante una alerta alimentaria con la creación de un gabinete de crisis que actúe inmediatamente, colabore con las administraciones y retire, a ser posible en 24 horas, todo el producto susceptible del mercado. Y por último, un control microbiológico de cada lote de producción, bien propio o subcontratado.
Al parecer, por lo comunicado en los medios, la empresa Magrudis S.L. no cumplía toda esto y además parece tenía un testaferro al frente de la misma.
De otro lado, las diferentes administraciones deben controlar que la legislación se cumpla con planes de inspección sanitaria y muestreos aleatorios para análisis microbiológicos y organolépticos, control de etiquetado, control de formación de operarios, etc... Algo que, visto lo visto, no funcionaba del todo ya que ahora, con el busca y encontrarás, han salido otros probables focos a controlar.
Desde el COB, una vez más, insistimos en la creación de equipos multidisciplinares en la Sanidad Pública, la cual sigue siendo coto de los veterinarios, pues los perfiles de las plazas de oposición están limitados para ellos casi en exclusiva.