En pocos días, el gobierno de coalición PSOE-Podemos ha logrado que España pase de liderar la posición de la Unión Europea con respecto a Venezuela a desentenderse, cuando no alinearse veladamente con los intereses de Maduro, desmarcándose así de Alemania, Francia o Reino Unido.
Cuando Josep Borrell fue propuesto Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, su partido, el PSOE, era bien distinto al PSOE de ahora, pero también su país. En aquel entonces, España era un país indudablemente alineado con la Unión Europea, el FMI y la OCDE en cuestiones fundamentales: el cumplimiento de los objetivos del déficit, la lucha contra el fraude fiscal, la apuesta por nuevos horizontes de comercio internacional y, por supuesto, una política exterior que apostara por el respeto a la legalidad vigente.
Fue de hecho, el mismo Pedro Sánchez quien, en febrero del año pasado, reconoció a Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela, informando así al resto de socios europeos sobre la posición que debían tomar, y que de hecho tomaron líderes como Angela Merkel, Emmanuel Macron o Theresa May. Qué gran sorpresa se han debido llevar cuando han comprobado que el mismo Pedro Sánchez que les instó a reconocer la legitimidad de Guaidó, ahora se niega a recibirlo como su homólogo, pues aunque en España nos estemos empezando a acostumbrar a la incoherencia y a la mentira del sanchismo, en el resto del mundo aún queda un mundo que descubrir.
María Arancha González Laya no es ni mucho menos una persona tan relevante internacionalmente como Josep Borrell, quizás sea eso mismo lo que le interesaba al gobierno: un perfil bajo en política exterior que se dedicara a desentenderse de todas las cuestiones comprometidas, afirmando como lo hizo unos días atrás que la política exterior de España respecto a Venezuela sería la que adoptara la Unión Europea. En ese sentido, la continuidad en el liderazgo de la postura europea sobre el país caribeño ya no la tiene un país, que es España, sino que la tiene un hombre, que es Josep Borrell.
¿Pero, por qué renunciar a una posición tan influyente? Cuesta pensar que esta nueva equidistancia en el asunto de Venezuela, que no va a reportar a España más que un deterioro de sus relaciones internacionales, se deba únicamente a un acuerdo con Unidas Podemos, pues al fin y al cabo no ha sido Pablo Iglesias quien se ha reunido con Delcy Rodríguez en Barajas, sino que ha sido José Luis Ábalos, una persona infinitamente más relevante para el sanchismo que González Laya, que fue quien recibió a Juan Guaidó. El hecho de que, al reunirse con un ministro y no con el jefe de gobierno, el presidente encargado de Venezuela reciba el mismo trato oficial que la vicepresidenta de un gobierno calificado por España como ilegítimo, nos revela que existe un interés por parte del PSOE de desentenderse con el tema de Venezuela.
Sin embargo, ya sabemos que para el sanchismo un cuarto es mitad, y la equidistancia, como la cabra, tira al monte cuando responde a los verdaderos intereses del PSOE, en este caso próximos a Zapatero, los cuales, y de forma impúdica, permanecen ocultos bajo una avalancha de mentiras, medios manipulados y salidas de tono. Salidas de tono como la de Ábalos el otro día, que al más puro estilo Pujol decidía de qué se podía hablar y de qué no, a sabiendas de que, habiendo sido uno de los hombres fuertes del sanchismo, acababa de ofrecer el mismo trato a una persona vetada en la Schengen, a propuesta de su propio gobierno, que al presidente legítimo reconocido por España.
Entretanto, en menos de un mes España ha perdido el liderazgo europeo en el tema de Venezuela, y mientras los socialistas que no terminan de comulgar con ruedas de molino comprenden que, por no traicionar a su líder, se han terminado traicionando a sí mismos, a los españoles, en especial a los españoles que no los hemos votado, sólo nos quedará preguntarnos qué será lo siguiente que destruya el nuevo gobierno.