Corrupción.

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Índice de corrupción en España en 2020

Mario Martín Lucas
Publicada

¿Se acuerdan de Juan Guerra?, aquel hombre que por sus peculiares negocios desde un despacho oficial, que nunca se le encomendó, hizo más famoso al vicepresidente del Gobierno de aquella época que, por cierto, era su hermano; que todos los prodigios que de él se llegaron a contar, aunque, por esas cosas que tiene le vida, le llegó a costar el cargo.

¿Y quién recuerda, en plena presidencia del Sr. Aznar, aquel “caso del lino”? en el que el fiscal Anticorrupción del momento, nombrado por el Gobierno en ejercicio, Carlos Jiménez Villarejo, lo llegó a calificar como un fraude generalizado del que, incluso, era parte la ministra de Agricultura de la época, Loyola de Palacio. Episodio que coincidió con la época de esplendor y gloria del alcalde Jesús Gil, en Marbella, cuyos prodigios, y delitos, fueron consentidos, por acción u omisión, por las dos grandes formaciones del bipartidismo de entonces.

No pretendo aburrir al paciente lector, por ello pasaré de puntillas por el “Caso del Tres Per Cent” incubado en las cercanías de la Plaza de Sant Jaume de Barcelona, ni a los casos “Pallerols” o “Palau”, ni en los “ERE” de los que Chaves y Griñán nunca reconocen tener ni noticias, aún estando imputados y condenados por ello, ni entraremos a valorar que hizo Jaume Matas, exministro del PP y expresidente de Baleares para acabar con sus huesos en la cárcel, por cierto como Rodrigo Rato, todo un exvicepresidente del Gobierno de España, ademas de tocado por los oropeles de haber llegado a ocupar la gerencia del omnipotente FMI, con tratamiento de jefe de Estado; así como tampoco recordaremos a Felipe González los casos Filesa, Malesa o Time Export.

Estas líneas solo pretenden servir de introducción a un tema tan recurrente en nuestro país, llamado España, como es la corrupción, en el que según el informe de Transparency International publicado en éste año 2020, sobre los datos de 2019, si bien hemos mejorado ligeramente, seguimos ocupando un nivel totalmente inadecuado para el peso de nuestra economía y nuestro PIB, ya que nos situamos en la posición 33ª, con 62 puntos sobre un escalado de 100, encabezado por Dinamarca y Nueva Zelanda como los menos corruptos del mundo, con 87 puntos. Nuestra puntuación nos sitúa ligeramente por delante de Botswana y, justo, por detrás de Qatar, lo que por sí mismo es todo un editorial, sin necesidad de ser muy exigentes sobre nosotros mismos.

Los casos de corrupción recordados al inicio de estas líneas ocurrieron, en España, hace varias decenas años, pero los datos que acabamos de comentar se corresponden con este 2020, primer año de la tercera década del siglo XXI y reseñan que, más allá de la época, este problema permanece en España, constituyéndose en todo un reto a superar, que si alguna vez fuera alcanzado, supondría la canalización, a la economía real de miles de millones de euros, tantos como los que separan a la 15ª potencia económica del mundo, que es lo que es España, de la triste 33ª posición de país menos corrupto que hoy ocupamos, un “gap”, o diferencial, entre esas dos posiciones (15ª y 33ª) vergonzante, ocasionado por los corruptos, que las autoridades que no son capaces de corregir.

Entre 2012 y 2018, período que, prácticamente, coincide la presidencia del Gobierno de Mariano Rajoy, en España, la calificación de nuestro país, en cuanto a corrupción, según Transparency International, cayó 7 puntos, circunstancia que, aún con la mejora de éste año, no hemos logrado remontar, y el propio observatorio considera que teniendo en cuenta nuestro peso como 15ª economía del mundo, la puntuación española, en cuanto a percepción de la corrupción, no debería ser inferior a 70 puntos, cuando hoy estamos, aún, situados en 62.

Esperemos que lo que no hemos podido conseguir, ni bien entrado este siglo con nombre de “odisea en el espacio”, si pueda existir en un mañana en el que se alcance, y que alguien por quién siento tanto respeto como Ramón María del Valle-Inclán, no acierte en una de sus afirmaciones más célebres, y que no se certifique la generalidad de que “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”. Nos daríamos por satisfechos con alcanzar esos 70 puntos en el índice de percepción de corrupción, un umbral quizás insuficiente, pero al menos digno, para nuestro peso como economía y, sobre todo, como país; de todos, y especialmente, de usted y de mí.

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