Una suerte de virus se ha contagiado en el equipo de Gobierno de nuestra España "de progreso". Un virus que, para la economía española es más letal que el COVID-19. Más letal porque este último, con toda la tragedia que está suponiendo, pasará, pero aquel ha venido para quedarse instalada en nuestra democracia.
Este virus no es otro que el neocomunismo populista que maneja la propaganda y la vida de las empresas a golpe de Decreto y con mentiras y ardides un tanto rocambolescos.
Es un virus que impide la autocrítica, porque ésta demuestra debilidad ante un castigado pueblo que no entiende más que lo que le cuentan.
Un virus, al fin, que amenaza con destruir todo el tejido empresarial impidiendo toda iniciativa privada, porque, así se ha demostrado a lo largo de años, es un instrumento capitalista que otorga el poder a un pueblo que, cada vez más, es consciente que los errores políticos, al final, los paga él.
Tras la medida de prohibir los despidos, se esconde una venenosa trama para evitar que las empresas que se han visto obligadas a echar el cierre o reducir bruscamente su actividad tras el estado de alarma sean capaces de remontar el vuelo cuando esta tormenta sanitaria escampe.
Si a esta medida se añaden las escasas ayudas en materia fiscal, la falta de un estímulo real en la liquidez del sistema y la ausencia de un horizonte temporal claro, tenemos ya todos los ingredientes para servir una recesión en bandeja.