Opinión

Excálibur y los niños discapacitados

A la izquierda el perro Excálibur; a la derecha, el pañuelo azul símbolo del autismo.

A la izquierda el perro Excálibur; a la derecha, el pañuelo azul símbolo del autismo.

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Corría el mes de marzo del año 2014 cuando irrumpió en nuestro país el ébola. Una asistente sanitaria estaba contagiada, y la amenaza de una pandemia, con una enfermedad mortal, sobrevolaba España y Europa. La persona a la que el gobierno encargó la gestión de esta crisis fue un entonces desconocido, Fernando Simón. ¿Nos suena esta historia? Sí, ¿verdad? Pues sigamos avanzando un poco más.

Unos días después de enfermar se estudiaron los hábitos de Teresa y sus contactos previos, y se tomó una decisión sanitaria… Había que sacrificar a su perro. Tirando de hemeroteca podemos ver cuál fue la reacción de mucha gente. Se hicieron manifestaciones, se recogieron firmas, un jovencísimo jefe de la oposición llamado Pedro Sánchez exigió la dimisión de Simón y del presidente del gobierno.

Y las imágenes de la concentración de personas alrededor de la casa de Excálibur (que así se llamaba el finado) nos trasladan a gente gritando, insultando y deseando la muerte a los miembros y Fuerzas de Seguridad del Estado que custodiaban la furgoneta que retiraba al animal a la que se llegó a lanzar huevos y lejía desde algunos balcones. Aquella crisis se solucionó, y gracias a Dios, a la ciencia, o al destino, no hubo que lamentar ni una sola víctima mortal humana, y se controló la posible pandemia.

Ahora vayamos a otro mes de marzo, el del 2020 esta vez. El día después de las manifestaciones del 8-M, Madrid consigue, por fin, el permiso del Gobierno para aquello que lleva solicitando desde hace semanas: cerrar las escuelas y comenzar una suerte de confinamiento, que irá creciendo. Se designa por parte del Gobierno a Fernando Simón como gestor de la posible pandemia.

El 14 de marzo se declara el confinamiento. Este confinamiento tiene una serie de excepciones claras que se van anunciando, aunque para los detalles nos refiere el presidente a leer el BOE. Pero hay algo que deja muy claro D. Pedro en su rueda de prensa, algo que aprendió muy bien de la crisis del ébola, los perros son sagrados. Hasta en 3 ocasiones nombra que uno de los motivos de poder salir del confinamiento será poder pasear el perro.

Hay otro grupo de población que tampoco comprende lo que está pasando, y a los que, el confinamiento pone en peligro real. Según el gobierno en su publicación en el BOE, estas normas de excepción “(…) habilitan a las personas con discapacidad, que tengan alteraciones conductuales, como por ejemplo personas con diagnóstico del espectro autista y conductas disruptivas, el cual se vea agravado por la situación de confinamiento derivada de la declaración del estado de alarma, y a un acompañante, a circular por las vías de uso público…”.

El problema es que esta ampliación de derechos no se realizó hasta el 19 de marzo por la noche, seis días después del inicio de todo este proceso. Durante seis días, niños y niñas con enfermedades raras, diversidad funcional y autismo no pudieron salir de casa, y cuando lo hacían eran reprendidos por la Policía, y enviados a casa de forma fulminante. Debo reconocer, como papá de un niño con TEA que, durante esos 6 días, yo saqué a dar una vuelta a mi hijo a la hora de pasear al perro, porque Triana (nuestra perrita) tenía el derecho a hacerlo desde el primer día.

Pero este anuncio se hizo en el BOE, no en la tele como los anteriores. Así que, mientras todo el mundo sabía que se podía salir a la calle con un animal, la gente desconocía que se podía salir con un niño o un adulto con diversidad funcional. Así que la masa habló, y lo hizo como solo la masa sabe hacer. Como lo hizo cuando se sacrificó a Excálibur. La gente gritó a los niños y a sus padres por la calle, les amenazó, les deseó la muerte, y sí, desde algunos balcones les lanzaron huevos y lejía a las familias con mayores necesidades de nuestra sociedad. Hace unos días se suicidó la primera joven con autismo, porque no podía soportar el confinamiento, y le daba miedo lo que le decían cuando salía a la calle.

Dejemos todos de usar los balcones como puestos de vigía para saber quién se salta o no las normas. Y si ves a alguien que crees que lo está haciendo mal, llama a la Policía y ellos se encargarán de comprobar si es correcto o no que vaya por la calle. Algunas familias han decidido identificarse con una prenda de ropa azul (color del autismo) para evitar ser atacados. Y lo hacen aunque saben que no debería ser necesario, porque nadie debería temer por su integridad al estar haciendo algo recogido en la ley. Y a los periodistas y políticos, repetidlo, una y mil veces, proteged a los más débiles de las hordas de gente incivilizada que ataca a los discapacitados y sus familias.

Que los balcones sean un lugar para aplaudir y dejar ver la mejor versión de nuestra gente. Y si ves o escuchas a alguien insultando a una madre y su hijo por la calle, pídele respeto. Porque esto, también podemos pararlo, si estamos todos juntos.