Muchas se veces se ambiciona lo que no se tiene, y cuando ello se consigue, terminamos por no valorarlo tanto o simplemente por constituir otro objeto dentro de nuestra apetencia
Si estamos sujetos a largas jornadas de trabajo, más allá de su entorno o condicionantes, peores o mejores, e incluso confortables o lujosas; idealizamos el momento de llegar a nuestra casa, ponernos las zapatillas y dejarnos ir en el sofá sin nada en lo que pensar.
Cuando no viajamos con frecuencia, soñamos en aquel destino que colmaría nuestros deseos. Si viajamos mucho, anhelamos un día alrededor del fuego del hogar.
Quienes están expuestos a una gran cantidad de eventos sociales o reuniones, suelen tener idealizado el silencio y una soledad, siempre que sea deseada, por supuesto.
Decía Rousseau que “Desear no es querer. Se desea lo que se sabe que no dura. Se quiere lo que se sabe que es eterno”, y seguramente en ese condicionante, hábilmente enunciado, radique el secreto de la motivación humana.
Hoy, en estos meses de marzo y abril de 2020, se calcula que más de un tercio de la población mundial (2.600 millones de personas) vive confinada como medida de lucha ante la extensión del virus Covid-19, que ya ha alcanzado a 177 de los 195 países del mundo, entre ellos, por supuesto, España con los 46 millones de habitantes que vivimos en ella.
Es ahora, al acumularse los días de confinamiento en las viviendas, cuando más evidente son, para todos, las dificultades de ello, siendo una certeza que no es lo mismo según qué edad se tenga, especialmente en las avanzadas o en el caso de los niños.
Ante el confinamiento que estamos viviendo en estas semanas, es importante ponernos como objetivo saber aprovecharlo para, dentro de las excepcionales circunstancias, exprimir lo bueno que nos pueda brindar y aislarse de sus riesgos, fundamentalmente en el plano psicológico.
El paso fundamental tiene que ver con ser consciente de la necesidad de establecer una rutina, en la que cada una de las 24 horas del día tengan una finalidad y un cometido. Una cosa para cada momento y un momento para cada cosa.
Asumiendo lo anterior, identifica aquellas actividades que por necesidad o decisión entiendas que deben componer parte de esa rutina. Por supuesto deberán existir las actividades físicas que nos tonifiquen y ayuden a mantener un buen estado corporal general (gimnasia, estiramientos, bicicleta estática, subir y bajar escaleras, etc.) las cuales deberemos combinar con ejercicios de concentración y relajación, como por ejemplo el yoga o el taichí.
Naturalmente las tareas de logística e intendencia, vinculadas a la limpieza de nuestro lugar de confinamiento precisarán de su hueco en nuestro quehacer, así como las de aprovisionamiento. Quizás encontrando la oportunidad de descubrir pequeños placeres antes no experimentados, como la satisfacción de disfrutar de la elaboración de ciertos platos gastronómicos que nos demuestren, a nosotros mismos, que el ser humano nunca termina de aprender y que los espacios para nuevas habilidades son, casi, eternos.
Pero también el placer y el ocio, al margen de las necesarias horas de sueño, deberán ocupar un lugar en nuestro día a día de confinamiento, y para ello estos momentos están sirviendo para demostrar la solidaridad de muchos, desde teatros a editoriales, pasando por plataformas digitales y grandes templos de la ópera, que ponen sus contenidos a disposición de todos, poniendo en valor el verdadero significado de la palabra “compartir”. Sin olvidarnos de la lectura o el placer de escuchar una melodía musical deseada.
La tecnología no es la solución per se de cualesquiera crisis, tampoco de ésta, pero desde este confinamiento por epidemia sanitaria de la tercera década del siglo XXI, aun viviendo sin nadie físico a nuestro alrededor, disponemos de la posibilidad de las redes sociales para, en la distancia, ver la cara de los nuestros e interactuar con ellos, y eso, no es poco, sino mucho más de lo que se pudo tener en la crisis de hace, curiosa y exactamente, cien años, en lo que de forma inapropiada se llamó 'gripe española'. La relación social también es algo a cultivar y dedicar tiempo, aún y especialmente, desde la soledad del confinamiento.
Todo el mundo preferimos entrar y salir sin ninguna limitación, por supuesto, pero dentro de la especial situación que estamos viviendo, déjate llevar por el placer de “estar solo en casa”, no le tengas miedo y gestiónalo de la forma adecuada en base a tus propias prioridades. Permítete aprender de ti mismo.
La realidad es la que es, debemos comprenderla y aceptarla, asumiendo nuestro propio compromiso social, y el confinamiento es parte esencial de él, planifícate en base a los recursos disponibles, mantente informado, pero fuera de excesos y sin participar de la difusión de bulos, cuida tanto tu cuerpo como tu espíritu y, a pesar de todo, aprovecha el momento… y cada nuevo día que vuelve a amanecer.