Canso de estar en mi estancia,
busco montes alejados,
la dulzura de los prados,
quiero ya calmar el ansia.
Yo quiero ser las retamas,
aliento de faya y roble,
ser el color y el redoble
de los trinos en sus ramas.
A lo lejos veo cabañas,
más allá brumas tardías
que pingan melancolías
azules sobre las brañas.
En un ribazo escondido
triscan tranquilos tres corzos,
se asustan y mi alborozo
vuela en sus cuernos prendido.
Por las redondas alturas
planea un águila imperial,
me lanza su sagital
y majestuosa hermosura.
Tojos y brezos morados
traban mis pies y son leves,
suaves vallinas y sebes
al besar sus verdes labios.
Necia, divagante, lenta,
una impertinente brizna
de neblina me llovizna
sin apenas darme cuenta.
Ya perdió el Sol el soporte
de los Picos de Europa,
con el arrebol me sopla
todo el bálsamo del Norte.