No me lo explico. Mientras en Francia lanzan una especie de Plan Marshall para rescatar el sector del turismo, en España se establece una cuarentena obligatoria de 14 días para los turistas despistados que osen entrar en el territorio español. Y como la medida incluye a los ciudadanos del espacio Schengen, las reacciones no se han hecho esperar. Así, Francia es el primer país de la Unión Europea -y probablemente no sea el último- que también pone en cuarentena durante dos semanas a los españoles que crucen los Pirineos.

Pero lo que produce envidia es el anuncio por parte del primer ministro francés Édouard Philippe de un verdadero Plan Marshall para salvar el sector turístico, muy afectado por la crisis del coronavirus. Ese plan, que movilizará 18.000 millones de euros en ayudas directas, préstamos y exenciones fiscales, supone un esfuerzo sin precedentes para ayudar a un sector emblemático de la economía francesa, y eso que sólo representa el 8% del PIB, frente al 12,5% en España. Pero, tal y como señaló el primer ministro francés, "lo que golpea al turismo golpea a Francia. Por lo tanto, su rescate es una prioridad nacional".

Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo en España. Mientras se iniciaban contactos entre Roma, Berlín, París y Madrid para elaborar un protocolo de acción conjunta que permitiera vuelos este verano sin condiciones de cuarentena recíproca, Madrid anunciaba esta cuarentena obligatoria para cualquier persona que entrara en territorio español a partir del 15 de mayo.

Son malas noticias para Europa y, como era de esperar, la medida no ha gustado en Bruselas, que pidió una reapertura “concertada” y “no discriminatoria” de las fronteras internas de la UE. Y es que está en juego la propia supervivencia de la Unión Europea, que ya se ha visto muy torpedeada por la flagrante falta de solidaridad entre los Estados del norte y del sur. Se trata además de una cuestión de supervivencia para un sector fundamental en Europa, donde el turismo representa nada menos que el 12% de los puestos de trabajo.

En este contexto, España había sido hasta ahora uno de los actores principales de la industria de los viajes y el turismo. De hecho, se había convertido en el segundo país más visitado del mundo, después de Francia, con casi 84 millones de turistas. Es más, España podía presumir de haber conseguido, en casi 10 años, 30 millones de visitantes más, mientras que, durante el mismo periodo, Francia sólo había aumentado en 11 millones de turistas. Resulta evidente que, con esta última medida adoptada por el Gobierno español, el sector turístico en España va a tardar todavía más en recuperarse de los devastadores efectos del COVID-19. Las últimas previsiones de Exceltur calculaban para 2020 unas pérdidas de 124.000 millones de euros, lo que representa una caída del 81,4% frente el año pasado.

Nuestros vecinos ya se están preparando para recibir a los turistas ansiosos por salir de su confinamiento y consumir la oferta que se les brinde. Alemania, Austria y Suiza ya han anunciado que empiezan a relajar paulatinamente los controles en sus fronteras terrestres. Mientras tanto, y si nadie lo remedia, España se arriesga a perder definitivamente el tren.

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