En este año tan extraño a pesar de los No Sanfermines, en Pamplona por San Fermín… se para el tiempo. Y nuestra irreductible aldea late a su propio ritmo. Así mientras muchos estoicamente aceptamos, aunque de mala gana la nueva normalidad, y vivimos la procesión por dentro, algunos pocos se rebelan y visten de blanco y rojo en un intento de pose de resistencia.

Lo que si hacemos todos es iniciar una larga escalera y pensar en el ya falta menos porfiando en un futuro viejo, y casi sólo tenemos ojos para las noticias de nuestra ciudad, pendientes de cómo nos ven en el resto del orbe y si ponderan la mesura controlada, olvidándonos del resto de titulares.

Como canta uno de nuestros cantantes más internacional la vida sigue y siempre hay por qué vivir por qué luchar…

Estos días los líderes y lideresas de un partido que presumían de venir a renovar la política nos demuestran una vez mas cual es su concepto de democracia, y mientras en el otro lado del charco un rubio flequillo maltrata a la prensa, en esta orilla es una morena coleta la que se permite insultarla.

El hecho es muy grave pues nos enfrentamos al intento de aniquilación de todo concepto de libertad y para ello hay que acabar con los diques de contención y el primero es el periodismo libre. De criticar a la prensa a pretender silenciarla va un abismo.

El desear silenciar a la prensa libre desde instancias gubernamentales es querer controlar el monopolio informativo y buscar la impunidad para después convertirse en dictadores como Stalin en Rusia, Hitler en Alemania, Franco en España, Mussolini en Italia, Salazar en Portugal, Castro en Cuba, Maduro en Venezuela y los Ayatolas en Irán.

Atacar a Vicente Vallés es matar la libertad de prensa en unos tiempos donde más necesaria es. No debemos callar ante este hecho. En un país libre y democrático los únicos límites del periodismo debieran ser el código penal. Así fue lo que hace cinco años manifestamos cuando el atentado islamista a la revista Charlie Hebdo. Y todos decían “Je sui Charlie Hebdo”.

Volviendo al caso de actualidad el público es el que debe elegir a quien seguir y cuantos más periodistas siga le será más fácil construir su propia opinión, claro que para eso se tiene que cultivar la formación intelectual, el sentido común y dejar a un lado el sectarismo que nos imponen unos y otros.

Si alguien no le gusta lo que se dice de él ya sabe lo que tiene que hacer, en primer lugar, hacer las cosas bien, pero nunca manipular, ni mentir.

Aunque obviamente con personas sin criterio es más fácil manipularlas. De ahí que se nos insista qué leer, qué ver y a quién escuchar. Nada que no se haya hecho antes en la historia por eso algunos ahora nos quieren censurar.

La Florencia renacentista pese a estar en la cumbre del arte y la cultura se hallaba también sumida en una profunda crisis económica y con una parte considerable de la población viviendo de la sopa boba. En ese clima de malestar surgieron numerosos predicadores que denunciaban los excesos de algunos y pretendían guiar al pueblo.

Savonarola se distinguió enseguida de los demás, mediante su dominio de la oratoria y su caída fue propicia por el fanatismo de sus seguidores y su pérdida de credibilidad.

Acabando su prometedora carrera un 23 de mayo de 1498, en la Piazza della Signoria.

Dicen que la historia se repite, pero de momento ante la apatía general de los ciudadanos, que no de sus compañeros de gremio, parece que se imponen las tesis autoritarias y mientras no defendamos nuestras libertades lo tenemos crudo.

Independientemente de cómo nos caiga el presentador de Antena 3 pero se empieza señalando a alguien y ya sabemos cómo se acaba. Y si alguien no lo sabe que aproveche, ahora en este no verano, a leer la novela Patria de Fernando Aramburu antes de que HBO la estrene en serie.

Por eso debemos renovar el dicho francés y convertirlo en un clamor en el que los ciudadanos que queremos mantener la libertad de expresión y de prensa nos declaremos: Yo también soy Vicente Vallés. Y usted lector, ¿también lo es?

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