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Covid-19: ¿vacunación sí o no?

Tenad Zamora
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La vacunación disminuye el número de personas sensibles frente a una enfermedad. De este modo detiene la propagación del agente infeccioso. Como cualquier medicamento, las vacunas pueden causar efectos secundarios. Un producto ideal debería conferir una inmunidad segura, de por vida, y no asociarse a la aparición de efectos adversos graves.

El número de personas en el mundo que rechazan este método por razones de diversa índole, es variable según países y regiones, con tendencia ascendente. La OMS estima que las vacunas salvan entre 2 y 3 millones de vidas cada año.

Una variante apta no requiere ningún cambio importante en el estilo de vida, protege a los que no pueden ser vacunados: individuos alérgicos, inmunodeprimidos, con patologías severas, etc. Su naturaleza preventiva evita padecer afecciones mortales o que dejan secuelas, fortalece a su vez el sistema inmunológico.

Para el caso de la Covid-19 cuyo agente causal es un retrovirus que se replica (multiplica), a expensas de la maquinaria celular propia, la mejor estrategia es "prevenir vacunando". El tiempo promedio de desarrollo de una vacuna resulta entre 5 y 10 años hasta su aprobación. Diversos gobiernos y líderes han manifestado la posibilidad de obtener una candidata adecuada en meses o un año. Tales pronósticos incentivan las reticencias respecto a la inocuidad del producto final.

Es cierto que la comunidad científica poseía experiencia de investigación con otros brotes mundiales de coronavirus, por ejemplo el SARS y el MERS; incluso han compartido información a nivel internacional. Todo ello hace posible acortar plazos en el proceso investigativo. ¿Pero es eso suficiente para el desarrollo de una vacuna “con todas las garantías” a velocidad pandémica?

Estamos inmersos en una emergencia de salud pública globalizada. El ritmo de la infección viral continúa acelerándose en el globo terráqueo. Por tanto, el análisis del cociente beneficio/riesgo de las aspirantes inmunogénicas a desarrollar, debe introducir con responsabilidad y cautela el factor tiempo; referido al tiempo que el distanciamiento físico o la economía mundial puedan tolerar.

El constatar la eficacia y seguridad de una vacuna no culmina con los ensayos clínicos previos a su aprobación y comercialización. Tras la distribución masiva —en un ratio poblacional estadísticamente más grande y variable— pueden aparecer episodios adversos. Los ensayos clínicos no tienen poder estadístico suficiente para detectar infrecuentes y generalmente, leves efectos secundarios. Obviamente el desarrollo de una variante segura es un proceso complejo; luego a nivel global, cada jurisdicción tiene su propia reglamentación para aprobarlas.

Personalmente espero que los líderes mundiales no conviertan la búsqueda de esta terapia preventiva en una "nueva carrera espacial en tiempos de la Covid-19", con el propósito de exhibir músculo dentro del mapa geopolítico o lograr efectivos golpes electoralistas. Nos jugamos demasiado; peor con los existentes problemas de infraestructura para la producción de la misma.

De inicio no habrá unidades para todos. El número de fabricantes de vacunas es escaso y el proceso de elaboración conlleva meses. Si se logra una candidata idónea, deben garantizar asimismo que pueda llegar a cada sujeto más allá de intereses económicos. Conviene, compete y beneficia a cada ser humano en el planeta que así sea. No menos interesante será observar qué hará la ciudadanía dentro del complejo y delicado equilibrio de “la libertad individual versus la responsabilidad cívica”, en este contagioso y difícil momento de pandemia.

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