Un sueño.

Un sueño. Gtres

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Mantiké

Juan B. Lorenzo de Membiela
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Toda la Eneida se escribe sobre los sueños de Eneas en su propósito de fundar la ciudad de Roma por voluntad de Júpiter. La capacidad de explorar el futuro recibe en la civilización griega el nombre de Mantiké. Virgilio la emplea profusamente vertebrando su trama. Quiere con ello imprimir la importancia que los dioses tuvieron en tan magnífica gesta.

El héroe siempre sigue la estela de sus sueños.

Hay sueños como el aire, tenues e inconsistentes y otros que quedan guarecidos en el corazón impulsando nuevas hazañas. Sueños, sí, enigmáticos, como los arcanos que encierran las sombras cimerianas… para adentrarse en el crepúsculo de lo profundo y emerger con ímpetu hacia nuevos hemisferios.

Para el escepticismo que cubre hoy nuestras vidas todos los sueños se reducen a efluvios evanescentes, mera anécdota. Es la consecuencia del empirismo. Pero bajo este pensamiento Eneas no podría haber alcanzado las costas del Lacio, su hijo no habría levantado la ciudad de Alba Longa y sus nietos, Rómulo y Remo, no habrían fundado la ciudad de Roma.

En la historia de las sociedades distintas ideas intentaron explicar el enigma de los sueños.

En las excavaciones arqueológicas en Nínive, ciudad del imperio Asirio, Austen H. Layard, en 1847, descubrió la biblioteca del rey Asurbanipal, del 668-627 a.C.. Encontraron tablillas de arcilla del año 5.000 a.C. en donde quedó escrito que los manes inspiraban los sueños.

Para los egipcios, Serapi inspiraba los sueños que advertían o aconsejaban a los durmientes. El pergamino Chester Beatty III, de escritura hierática y contenido literario, explica su simbolismo favorable o adverso.

Como reflejos del alma son considerados en China. Teoría extendida entre los patanis de Tailandia, en la costa este de la península malaya; los bantúes de África central, territorio que comprende desde Duala (Camerún) hasta la desembocadura del Yuba (Somalia) o los esquimales de Nunavik en Quebec.

Para la cultura celta a través de los sueños se accedía al Dreamtime, espacio para el pensamiento y el espíritu. Eran las puertas de entrada a ese otro mundo. Entre otros dioses, Endovelico, en la Celtiberia, dios de los oráculos inspiraba curaciones.

Las referencias en la Santa Biblia tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento son frecuentes, también en el Talmud, texto sacrojudío y en el Kitab al-Ru'ya en la religión musulmana.

En Grecia y Roma, tuvieron distintas creencias: desde la incredulidad de Aristóteles y Cicerón hasta la más tolerante de Platón: Conocemos las cosas en sueños, pero las ignoramos en la realidad. En sus Diálogos narra el sueño premonitorio de Sócrates anunciando su muerte al tercer día como efectivamente ocurrió.

Lucrecio y Cayo Suetonio Tranquilo narran hechos históricos de Roma marcados por los sueños de sus gobernantes. Plutarco escribe sobre el profético sueño de Calpurnia que alertó a su esposo, Julio Cesar, días antes de su asesinato como así aconteció.

Dentro de nuestra querida historia de España, es legendario el sueño relatado por el estadista, historiador y cronista, cardenal Rodrigo Jiménez de Rada en su obra De Rebus Hispaniae (La Historia Gothica) de 1243. Cuenta que el rey Ramiro I de Asturias en el año 844, la noche anterior a la batalla, se le transfiguró el apóstol Santiago que le infundió valor para el combate presagiándole la victoria.

La evolución del pensamiento en los siglos posteriores colocó lo pragmático como epicentro de toda razón. Así el filósofo David Hartley en 1749 condensaba en tres causas el origen de los sueños lejos de toda dimensión religiosa. Y en los siglos XIX y XX son considerados manifestaciones del subconsciente. En la actualidad, Crick y Mitchison defienden su función correctora de conexiones mentales incorrectas.

Muchas teorías concurren, pero ninguna explica el por qué los sueños contribuyeron a dar respuestas a interrogantes y angustias de los hombres. El propio René Descartes, matemático y padre de la duda metódica, debe a un sueño su vocación científica, incluso el método empleado. Dos preguntas soñó: "Quod vitae sectabor iter?" (¿Qué camino seguiré en la vida?) y "Est et non" (qué es y qué no es).

Junto a él, otros científicos encontraron respuestas a sus dudas: August Kekule descubrió la estructura anular del benceno; Dimitri Mendeleev diseñó la tabla periódica; Otto Loewi descubrió la función de la acetilcolina; Frederick Grant Banting, descubrió la insulina y Oleg Antonov visualizó el empenaje de su avión Antonov An-22... la lista puede ser inabarcable.

Es posible que la ciencia no esté abordando en toda su extensión la realidad compleja del sueño. Desde 1930 tanto Gödel como Turing reconocieron que hay problemas científicos indecibles, ¿pueden los sueños ser uno de ellos?...

Quizás, entonces, podamos encontrar la estela de aquellos héroes que vivieron en la lontananza de la eternidad.

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