Opinión

Heroica cobardía

Felipe VI, en el mensaje de Navidad de 2020.

Felipe VI, en el mensaje de Navidad de 2020.

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Ya estamos acostumbrados a que, tras cualquier discurso de su Majestad, todo presidente de comunidad autónoma corra en busca de un micrófono y una cámara para darnos su valiosa opinión respecto del contenido de la alocución. Siempre me ha resultado hilarante, y al tiempo irritante. Hilarante por el patético nivel que suelen gastar. E irritante porque, a ver, que sois unos fucking presidentes autonómicos que deberíais limitaros a la gestión lo más sensata posible de los recursos de vuestra comunidad, siempre con lealtad al interés común superior de España.

Que no nos importa en absoluto vuestra opinión. Si me apuran, no nos importa ni siquiera si esa opinión es favorable. Vamos, que esto que escribo no es porque me cabree especialmente (que también) escuchar a los que con la arrogancia del electo critican y matizan las palabras del Rey, echando de más o de menos tal o cual frase. No, es que es muy simple: es una alocución del Jefe del Estado, que está por encima de la lucha política, y lo único que procede es un respetuoso silencio o una cortés aprobación.

Pues este año hemos ido más allá. En este 2020 por tantas razones infausto, la degeneración a que el gobierno Iglesias nos tiene sometidos ha inaugurado una nueva costumbre: indicarle al Rey lo que tiene que decir. Qué digo indicarle: advertirle, amenazarle, ordenarle, aconsejarle con admonitoria suficiencia. Y anunciar ya cuál será la consecuencia para el improbable caso de que su Majestad tenga la osadía de desoír sus siempre bienintencionados consejos. Todos sabemos, claro está, que el Rey será criticado diga lo que diga, calle lo que calle, vista lo que vista, se coloque donde se coloque.

Y ahí es donde entramos en lo de la heroica cobardía. Por alguna extraña razón, la plebe tiende a considerar heroica la actitud de quien critica, insulta o desprecia al Rey. Cuando en realidad resulta, si se paran a pensarlo (pero claro, si se parasen a pensar ya no serían la plebe que les vota), que el Rey es la persona más indefensa de nuestro país. Es el único que no puede defenderse. No dispone de micrófonos ni tribunas para contestar. Ciertamente, aunque pudiese, no se rebajaría bajando al fango en el que se refocila esa gentuza. Pero el hecho es que no puede. Y claro, esa es la situación idónea para el cobarde carroñero. De ahí también su insistencia en un referéndum sobre la Monarquía: sería una curiosa campaña en la que el principal afectado y la propia institución no podrían participar ni exponer sus razones.

A mí me gustaría que el Rey dijese exactamente lo que le apetezca. Creo que muchos lo agradeceríamos. Y oigan, si de todos modos lo van a despellejar los heroicos cobardes, ¿por qué no darse el gustazo?