Se cumplen 25 años de la victoria de Aznar sobre Felipe González. Cuya estancia en Moncloa no se prolongó de milagro, hecho que Pedro J. bautizó como la Amarga Victoria, y que sirvió de título para un libro que hoy es imprescindible leer. Fue un hecho victorioso, sin duda, porque el PP ganó las elecciones de 1996, y fue también amargo, por la exigua mayoría que forjaba un partido alternativo, por fin, al felipismo. Aznar y Ana Botella acabaron la jornada electoral desolados, ante las expectativas que Arriola había fijado en Génova, aunque tres años antes se hablaba de mayoría absoluta tras el primer debate en el que Aznar ganó a Felipe con Campo Vidal de árbitro.
El camino para alcanzar la meta no fue fácil. Identificada Alianza Popular con el franquismo, Fraga se apartó, para volver luego del fiasco Hernández Mancha. Aznar fue el elegido, aunque nunca fue la primera opción. Y de ahí al Espíritu de Sevilla, el Congreso que marca al actual al partido y lo estructura ideológicamente. Un PP que en 1990 hablaba de reformar el Título VIII de la Constitución con el objetivo de descentralizar competencias.
La reconversión orgánica de la que data Aznar al PP fue de tal calibre que en las elecciones del 89 ya salva los muebles y en 1993 el país comprobó en riguroso directo televisivo que había un líder. Antes, en 1991, el partido se integra en el Partido Popular Europeo, abandonando el grupo conservador. Pero, sin duda, fue la elaboración de un programa alternativo –con ideas, claro, y propuestas– el que hizo que Aznar llegara a vencer a Felipe. Plantar cara a un PSOE que había creado, en efecto, un régimen.
Pablo Casado está en semejante encrucijada. Ante un electorado fragmentado y con una polarización parecida a la de entonces –basta recordar el vídeo del dóberman–, el PP busca aunar esfuerzos para equilibrar lo que se rompió con Rajoy. El problema es que, ahora, los competidores son mucho más grandes –Vox, Ciudadanos– que los restos que quedaban de la UCD de antaño. Pero también Aznar tuvo que combatir con algo mucho peor, esto es, la asociación de AP con el franquismo y, por consiguiente, la deslegitimación por parte de la Izquierda como opción frente al socialismo de la época, que era muy democrático y muy corrupto. Lo digo para quienes se crean que los cordones sanitarios vienen de Zapatero y sus cachorros.
La Izquierda en España sigue sin entender que, a la hora de votar, hay millones de personas que no opta por ellos, sino por otras opciones, tan válidas como las de ellos. Pero lo peligroso es lo que piensan y seguirán pensando, y es que la Derecha no tiene derecho a gobernar porque sólo ellos pueden. Eso es lo que combatió Aznar y por eso ganó, al no aceptar los márgenes establecidos por la Izquierda y en torno a un grupo de intelectuales que conformaron un cuerpo ideológico sólido. Gente como Gortázar, Rupérez o Alicia Delibes, mano derecha de Aguirre y muy próxima a Aznar, son el ejemplo. Por no hablar de la gente de fuera, como Losantos, Cuenca o el propio Pedro J.
Sostenía Churchill que había que tener determinación en la guerra y magnanimidad en la victoria. Aznar lo entendió perfectamente, al agrupar a todo lo que está a la derecha del Partido Socialista, como le gusta decir a él. Y es que, a pesar de sus sombras –¡ay Cataluña!–, los resultados de los ocho años de Gobierno hablan por sí solos.
Las rebajas de impuestos y la disciplina fiscal fueron muy importantes para cumplir con los criterios de convergencia para la entrada en el euro, las políticas contra el desempleo hicieron que España pasara a tener cinco millones de puestos de trabajo más, por no hablar del compromiso en la lucha antiterrorista y de la relevancia internacional, con la apuesta de una Unión Europea más moderna y la alianza atlántica por bandera. ¿Quién es el loco que dice de no volver ahí?
Casado le decía ayer a Aznar, en el acto del Aula de Liderazgo del Instituto Atlántico de Gobierno en sintonía con la Universidad Francisco de Vitoria, que no era necesario refundar el PP, bastaba con hacerlo más popular. Un bonito juego de palabras que choca con los hechos, porque con las reglas que tenemos y con tres partidos que, por seguir en la línea Aznar, están a la derecha del PSOE, uno es perjudicado y los otros dos son condenados al ostracismo directamente. Con el letal resultado de que siempre ganará la Izquierda.
A la determinación bélica y a la magnanimidad victoriosa, hay que añadir el desafío ante la derrota y la buena voluntad en la paz. Es todo lo que tiene que alcanzar Casado, según el decálogo que Churchill dejó en sus Memorias, que hay que leer a menudo. Al lado de Aznar y Casado ayer se sentaron también Isabel Estapé, que recurrió a esta metáfora de igual modo, y Manuel Pizarro, quien, como los buenos gestores –y él lo es–, afirmó que las crisis son oportunidades. Decía Pizarro que hay que tener claro el rumbo y se le dará la vuelta a la situación. Mensaje subliminal.
La determinación pasa por fijar una línea coordinada con el resto de grupos. A más entendimiento, mejor. Porque, en tiempos de zozobra, es mejor aguantar en Génova, un desafío cumplido por parte de los socialistas, que no se movieron de Ferraz a pesar del escándalo de Filesa.
Casado, eso sí, tendrá que tener buena voluntad para alcanzar la Pax Romana. Que pasa por integrar para sumar. En uno. Sólo así se alcanzará la victoria final y deberá ser generoso, si no lo tiene que ser antes, incluso ya. Hay que acordarse de lo que Juan José Burniol, uno de los redactores del editorial único contra la Sentencia del Tribunal Constitucional, le comentó a Estapé cuando le preguntó por la característica principal o mayor virtud de Aznar. Que sabía mandar, contestó.
Casado está en ese camino, entre la lucha y la resistencia, entre el voluntarismo y los miedos. Pero no llegará a puerto si no sabe orientar su mensaje. El naufragio puede llegar, es una posibilidad, sobre todo si se sigue despreciando a los demás compañeros. La ilusión, salvar el barco, que es el premio. Y, aunque los asuntos de la res publica han degenerado, que diría el banderillero de Belmonte que llegó a gobernador, Casado y su equipo tienen derecho a intentarlo, quizá no tengan los siete años de los que gozó Aznar.
Unir para coser por dentro, batallar ante la Izquierda y armar un programa mucho más sólido y que sepa llegar a todas las capas de la sociedad. Dejar de ser la Leal Oposición fraguista, el riesgo que corre hoy la derecha con la resignación cristiana de muchos de sus votantes, y convertirse en una esperanza real. Eso es gobernar y eso hizo Aznar tal día como hoy hace 25 años, pese a que para tal tarea sacrificó peones valiosísimos. Pero eso fue después de llegar a la meta, Casado aún está intentándolo y ya en verano descuartizó a Cayetana…