Vacunas a flor de piel

Vacunación. Gtres.

Es curiosa la sucesión de informaciones que se van vertiendo sobre un tema tan delicado como es una vacuna. No solo por ser información sensible, tampoco por el circo que rodea algo que debe ser extremadamente riguroso, como toda investigación científica, sino por la ignorancia de la población frente a unos efectos secundarios que bien podrían tipificarse como de "andar por casa".

Por todos es sabido que los prospectos de cualquier medicamento, en un momento dado, pueden servir como manta en una noche invernal. No por su calidez y suave tacto precisamente.

Esa larga y necesaria extensión de papel, comparable al eterno momento que pasamos frente al microondas cuando calentamos algo durante un minuto, incluye una serie de efectos secundarios comunes, raros o muy raros que han podido reflejarse a consecuencia de justamente eso, la existencia y comunicación de reacciones adversas por parte de los pacientes. Y consumimos multitud de medicamentos tranquilamente ya que la gran diferencia, para no percibir el riesgo-beneficio, es que no hemos sido informados a tiempo real sobre aquellas personas que tuvieron efectos negativos.

En lo que nos compete, el craso error ha sido ir retransmitiendo cada paso de los acontecimientos que van surgiendo al rededor de la investigación. Demasiado para la población general que, con toda la razón del mundo, no pueden encajarlo con una mentalidad profesional.

En resumidas cuentas, mis queridos lectores, las vacunas, cualquiera de ellas, hacen menos daño que el bocadillo de lomo con bacon que desayunaste la semana pasada o las galletas que mojas en leche (espero que no sea todos los días), colmaditas de grasas saturadas.

De los efectos secundarios del analgésico o antiinflamatorio, que tenemos cuál libro de cabecera en nuestra mesa de noche, hablaremos en otra ocasión.