El último mes del año 2010 no había más que comenzado. En el primero de sus viernes todo era ajetreo de cara al puente vacacional que suponían la sucesión de las fiestas de la Inmaculada y la Constitución, pegadas al fin de semana. El invierno se hacía presente, pero los siete grados centígrados que marcaba la temperatura eran soportables y más propios del otoño.

En la sede de la tricentenaria Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, un veterano ejecutivo que fue joven empleado tres decenios atrás, reunía a sus cincuenta colaboradores, en dos turnos para no desatender el servicio a clientes. Cada una de esas dos reuniones las inició igual: ¡Bienvenidos a Bankia, un lugar confortable en el que afrontar las condiciones exteriores! La metáfora fue recibida por alguna sonrisa nerviosa y de tímida ironía, dominada con mayoritarios gestos de afirmación.

Por aquella época aún no eran públicos los perfiles poco edificantes, de los negocios privados del exgerente del FMI, además de exvicepresidente de José María Aznar al frente del Gobierno de España y exministro de Economía y Hacienda. Todavía no se conocían los detalles sobre sus gastos con “tarjetas black a efectos fiscales” por encima de los 100.000 euros, ni que dentro de ellos se incluyeran consumos propios de la noche madrileña (como los 463,20 euros, 464,83 euros y 459,81 euros gastados entre el 23 y el 26 de febrero de 2011).

Por entonces nada se sabía sobre que el presidente, primero de Caja Madrid y luego de Bankia, Sr. Rato, gestionaba el cobro, para sí, de unos emolumentos “en diferido” de más de seis millones de euros por contratos con la propia entidad que presidía.

Lo que sí se supo fue que el sueldo que se fijó D. Rodrigo para sí, fue de dos millones trescientos mil euros al año, cifra que supera, en más del 50%, el salario del nuevo presidente de CaixaBank, Sr. Goirigolzarri, diez años después de aquello, liquidador de Bankia mediante, que se ha establecido en un millón quinientos mil euros.

Lo que también fue público era lo relativo a los eslóganes diseñados como campañas de publicidad en relación a la creación de Bankia y su salida a Bolsa, aquellos de “El primer banco de la nueva banca” y “Yo soy banquero”, pero lo que era oculto sobre ello es que de los cuarenta millones de euros pagados a Zenith y Publicis, más de dos millones, presuntamente, se distribuyeron entre Rodrigo Rato (834.000 euros) y, su presunto testaferro a esos fines, Alberto Portuondo (1.119.000 euros).

En este año 2021, el Sr. Rato, en otros tiempos ‘todopoderoso vicepresidente del Gobierno’, además de exgerente del FMI, tras ser condenado en la causa de la “Tarjetas Black” y conocer en detalle los servicios penitenciarios españoles, al menos los de la prisión de Soto del Real, está a la espera de ser juzgado, en relación al origen de su fortuna personal, por presunta corrupción, blanqueo de capitales y delito fiscal, con una petición de pena para él, por parte de la Fiscalía del Estado, de 80 años de cárcel, bajo el cálculo de haber defraudado unos 8,5 millones de euros.

Curiosamente, y al mismo tiempo, la entidad financiera creada bajo su decisión en forma de sociedad anónima, Bankia, cuantificada en un capital, revelado insuficiente, de 3.092 millones de euros, que formalizó su salida a Bolsa el 20 de julio de 2011, y se incorporó al Ibex-35 el 3 de octubre de 2011, ocupando el decimocuarto puesto del selectivo y la cuarta entidad financiera por capitalización; fue sustituida a partir del pasado 29 de marzo, en ese índice bursátil, por la empresa Fluidra, compañía de equipamientos de piscina. Toda una alegoría de la historia de los 3.766 días de vida de un proyecto ayuno de la claridad necesaria, cimientos sólidos, ambición y entrega.

De Bankia a Fluidra, el viaje a ninguna parte en el que desapareció una entidad tricentenaria que llegó a ser la más deseada por los españoles para trabajar en ella, además de un proyecto exitoso hasta los años 90 del siglo XX, capaz de superar, entre otras cosas, dos guerras mundiales, la guerra civil en España, la gran crisis de 1929 o la pérdida del colonialismo español pero que pereció ante los efectos de la esquilmación a la que fue sometida por las ambiciones de unos y la rapiña de otros.

Hoy, casi la mitad de aquellos cincuenta “cajahorreros” (como más de 6.000 de sus excompañeros, muchos de ellos de manera forzosa aun existiendo peticiones de salidas voluntarias sin atender) que en aquel diciembre escucharon, por parte de su responsable “¡Bienvenidos a Bankia, un lugar confortable en el que afrontar las condiciones exteriores!”, una afirmación que se reveló inexacta para dolor de quien la pronunció, no forman parte de la entidad en la que ha derivado y tampoco aquel joven empleado devenido en veterano ejecutivo, y esa es la expresión máxima de un proyecto hecho de espaldas a las personas.

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