Opinión

La raíz y el símbolo, Leonor, princesa de Asturias y de América

La princesa Leonor de Borbón durante la entrega de Medallas al Mérito Civil.

La princesa Leonor de Borbón durante la entrega de Medallas al Mérito Civil.

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“En el símbolo hay una escisión y también una prueba final
en la cual se pretende restablecer la unidad originariamente perdida” (Eugenio Trías).

Publiqué este poema hace apenas tres años en EL ESPAÑOL. Pero me creció como la Princesa. Y me temo que florecerá al mismo ritmo juvenil que ella, porque las musas y las princesas se cuidan mucho entre sí, son como rosas en el jardín de Rubén Darío.

La percepción española sobre la Familia Real debe cambiar. No para que el republicano deje de ser republicano. Esto es insustancial. Sino para recuperar la tradición liberal.

La tradición liberal española siempre se ha relacionado con la realeza de manera muy inteligente a partir de 1812. No fue fácil la transición desde Fernando VII a Isabel II. Ahora, en Europa, las casas reales perdieron su poder secular, pero no en algo muy importante para una nación: la fuerza representativa. Esto obliga a reflexionar sobre una función bastante desapercibida: el significado de los símbolos. ¿Qué son estos? Son la primera construcción humana transcendental de naturaleza orientativa. Lo son. Mas necesitan un enfoque distinto que supere las posiciones clásicas llenas de prejuicios y clichés tan bien estudiados por la antropología: el derecho divino de los reyes, la sangre, etc.

Decía que, en Europa, los reyes no han perdido la fuerza representativa. Les abren todas las puertas del mundo. Puertas que bien quisiera para sí cualquier presidente del gobierno. Tanto, que a veces los infaman.

La reina Letizia, alma de la Casa Real, ha soportado envidias, acosos informativos, las calumnias más cretinas que imaginar se pueda. ¿Qué político ejercería tanta flexibilidad como ella sin acudir a los altos tribunales? Por eso nuestra reina brilla más que el rocío en un prado asturiano bajo el dulce sol de junio. Pero Leonor es la más importante, la síntesis simbólica, la raíz regeneradora en un tiempo que todo parece desmoronarse. ¿Habrá algún canalla que no ame a la Princesa de Asturias? Que se atreva.

No hubo cielo más alto que una braña,
ni tierra más libre en un asedio,
ni frontera más sólida en España
que un rey levantara como Oviedo.

Ni un origen más noble en la batalla,
ni madre más sagrada que en Euseva,
ni una cruz a la altura de la espada
con más fuerza en el acero de la idea.

Más siniestro que el árabe invasor
fue el olvido de tan insólita hazaña,
los Oppas, Witizas, el impostor
que del mito y la historia hizo patrañas.

Ya nunca más volvió a beber Munuza
las aguas claras de la verde estancia,
ni el más pérfido llamó escaramuza
la acción que al moro venció antes que Francia.

Sembrada la semilla en su terreno,
la espuela fecundó la luz hispana,
no pudo detenerla el sarraceno
y Asturias fue la aurora americana.

Naciones que vivís allende el mar,
de España ayer provincias, no colonias,
recuperad en Leonor la lealtad,
limpiaros la vil mancha de Sajonia.

El corazón de Europa fue Pelayo,
forjado con el temple de Toledo,
Señor sin servidores, sin lacayo:
Covadonga germinal, razón y credo.