La libertad en Chambéry

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Nadie puede negar que Isabel Natividad Díaz Ayuso arrasó con todo y con todos en las elecciones del 4 de mayo. Poco importa ya que su triunfo sea también el de Miguel Ángel Rodríguez y quizás -¿por qué no?- el de Steve Bannon. Aunque la Comunidad de Madrid casi siempre es muy generosa con el PP olvidando con excesiva facilidad su corrupción, lo cierto es que la de “Chambéry” puede presumir de un éxito pocas veces tan personal.

A pesar de su pasión por los franceses que según ella aterrizaron en Madrid por su irrefrenable admiración por nuestros museos, castiza siempre, sin miedo al desmayo ni al qué dirán, la madrileña barrió en las elecciones gracias a que no tardó en saber lo que la mayoría de los madrileños querían olvidar. Ese fue su primer acierto. No hablarles de muertos, hospitalizados, UCI, residencias devastadas… ¿Para qué recordarles lo que no tiene remedio?

Ayuso les habló de libertad insistiendo en que la vida tiene que continuar. Todavía hoy no sé qué entiende esta mujer por libertad. Con muy poca se conforma si cree que se es más libre por beber en los interiores de los bares y locales que el resto de las autonomías cerraron. ¿Qué libertad tienen los que llevan meses en las UCI o los que ingresaron hoy? Pero lo cierto es que a la madrileña de Chambéry no le tembló el pulso y despreció y desprecia los consejos de la inmensa mayoría de epidemiólogos.

Madrid es, con mucha diferencia, la comunidad española que más sufrió y sufre por la pandemia. Es cierto que a su presidenta en funciones no se la puede culpar de muertes y hospitalizaciones, pero sí de decidir por todos escuchando solo a los supuestos expertos que contrató para sustituir a los que desde marzo de 2020 huyeron de la Puerta del Sol. Los nuevos “sabios” solo aportaron los cierres perimetrales de las zonas de salud, invento inútil que nunca sirvió para que descendieran los contagios.

Ayuso y sus “expertos” se equivocan si creen que todos vamos a olvidar los pésimos datos de la Comunidad de Madrid. Eso no va a ocurrir. Nos los recordó Simón el pasado 19 de abril y nadie pudo desmentirle: en Madrid se ha detectado un 22% menos de contagios que el promedio nacional de toda España, tiene un 35% más de incidencia y una mortalidad un 35% mayor. ¿Esa es la gestión que según Isabel Natividad admiran en el mundo entero?

Otro mantra de Ayuso es el de que el Gobierno no ha puesto controles en el aeropuerto Adolfo Suárez, lo que es cierto, por tanto, lo que no tiene justificación es que sin los controles que ella sabe que no existen anime a los franceses a visitar nuestros “museos”. Insisto en lo de los museos porque me sirve para recordar hasta qué extremo esta señora cree que somos todos idiotas. Como también debe creerlo Pablo Casado, que culpa a Sánchez de las aglomeraciones que él aplaude desde el balcón de Génova 13.

Sí. tal vez Ayuso piense que es más libre que los que esperan por algún alimento en las colas del hambre. Lo cierto es que solo fue libre cuando, sin la más mínima caridad, se atrevió a hablar de “mantenidos subvencionados”. Allá ella con su modo de explicarse, pero, aunque intentó desdecirse, dijo lo que dijo. Cuando se es tan castiza se corre el riesgo de acabar mostrando las costuras.

Ahora, que tal vez no olvide que muchos de sus votos son prestados, llegará a un acuerdo con los que sirviéndose de ancianos débiles pretenden que no ayudemos a niños mucho más débiles. Gobernará gracias a una extrema derecha que siempre la tendrá como una peligrosa socialdemócrata. Pero se equivocará una vez más si cree que su triunfo nos hará olvidar.

El elefante seguirá ahí y la despertará muchas noches preguntándole por un protocolo aprobado por su gobierno el 18 de marzo de 2020, “orden de servicio” o “instrucción” que jamás debió llegar a las residencias de ancianos. Si algún juez llega a preguntar por esa “instrucción” no será Miguel Ángel Rodríguez el que tenga que responder, será Ayuso.

Sé que estuvo en el peor sitio en el peor momento, y, por supuesto, no le deseo ningún mal, pero quiero que se sepa qué pasó en Madrid y no voy a permitirme olvidar. Ya nos basta con el sufrimiento ajeno y propio, no es necesario que nos mienta con tanto descaro quien tiene la obligación de no ocultarnos la verdad.