Solo saldremos de esta crisis si permanecemos unidos y mantenemos nuestras libertades

Vacuna contra la Covid-19. EFE

Como si se tratase de una campaña perfectamente preparada, en los últimos días proliferan en los medios de comunicación numerosos “expertos” que, ante la nueva ola de contagios de Covid, lo único que se les ocurre es forzar la vacunación obligatoria de toda la población. Algunos además se manifiestan con una inquina hacia la población no vacunada difícil de entender. Además se publican encuestas on-line para que la gente se manifieste sobre esta cuestión.

Por más vueltas que le doy al asunto, no consigo comprender el razonamiento que les lleva a adoptar esta posición. Más bien parece que existe algún interés oculto o inconfesable en alcanzar el 100% de la población vacunada al precio que sea. Y ello a pesar de que los resultados de la campaña de vacunación, incluso en países con altos porcentajes de población vacunada, no son los esperados y la incidencia sube y baja siguiendo un patrón semejante a un movimiento armónico con un período de cuatro meses.

Y lo peor de todo es que se está inoculando en la población el odio a los no vacunados, lo que recuerda episodios similares a lo largo de la historia y que terminaron muy mal. Por cierto, no conozco a ningún no vacunado que le desee mal a nadie; al contrario, lo normal es que entre sus amigos e incluso familiares haya mayoría de personas vacunadas y eso no les lleva a desearles ningún mal.

Nuestros políticos tienen explicación para todo. Cuando bajan los contagios se dice que es gracias al avance de la campaña de vacunación (por cierto, cuando no había vacunas también había momentos en que la curva de incidencia bajaba, pero entonces se decía que era gracias a las medidas que adoptaban las autoridades). Cuando se incrementan las cifras de incidencia, ahora la culpa es de los no vacunados (mientras que con anterioridad se decía que el problema estaba en que la población se había relajado). Y todo ello, por supuesto, sin apoyarse en evidencia científica alguna.

No parece que a la mayoría de los políticos les preocupe resolver el problema sanitario. Más bien creo que una parte de la clase política se está aprovechando del miedo de la población para imponer o acelerar un programa de supresión paulatina de nuestras libertades. Y como siempre (la historia se repite de forma inexorable), intentan convencernos de que lo hacen por nuestro bien. Hay también políticos que siguen la corriente para que no los critiquen diciendo que no hacen nada; otros parece que se sienten cómodos en el papel de “tonto útil”.

Ante todo esto es inevitable preguntarse:

- Si yo estoy protegido por la vacuna, ¿por qué voy a temer que me contagie una persona no vacunada?

- ¿Cómo va un vacunado a convencer a un no vacunado de que debe someterse a la inoculación con una terapia con la que él mismo no se siente seguro?

- ¿Cuándo vamos a alcanzar la famosa inmunidad de rebaño?

- ¿Por qué no se habla de los efectos adversos que se están produciendo?

- ¿Quién se va a hacer responsable de estos posibles efectos adversos?

- ¿Qué ocurrió con la prescripción médica y el consentimiento libre e informado?

- ¿Cómo se puede defender la imposición de restricciones a las personas no vacunadas cuando los vacunados también pueden infectarse y contagiar a otras personas?

- ¿Cómo se puede defender la vacunación obligatoria de toda la población con unos medicamentos experimentales?

- ¿Por qué se bloquean tratamientos alternativos y toda la estrategia se basa en vacunar a la población?

- ¿Por qué no se tiene en cuenta la inmunidad natural cuando se ha demostrado que es más potente y duradera que la vacunación?

- ¿Por qué no se fomenta y potencia el debate sosegado en el seno de la comunidad científica?  ¿Acaso no consiste la ciencia en plantear hipótesis e intentar comprobarlas mediante la experimentación?

- ¿Por qué se silencian en los medios de comunicación  a todos los científicos o expertos que discrepan de la posición oficial de las autoridades sanitarias? ¿Por qué se les expulsa de las redes sociales?

- ¿No les parece raro todo lo que está pasando en el mundo?

Y por último: ¿No habíamos quedado que cada uno de nosotros decide sobre su propio cuerpo?

La dureza de la época que estamos viviendo y el cansancio que ya acumulamos, no debe hacernos perder el respeto por los derechos de todas las personas. Solo saldremos de esta situación dramática si permanecemos todos unidos y exigimos un debate científico sosegado y basado en evidencias que oriente sobre las medidas a adoptar para la resolución del problema sanitario. En ningún caso podemos tolerar que la crisis sanitaria que padecemos suponga un retroceso en las libertades de que disfrutamos y que con tanto esfuerzo conquistaron los que nos precedieron.