La palabra de Pedro J.

Pedro J. presentó en Madrid 'Palabra de director', el primer volumen de sus memorias

Decía Kant que, como el camino está sembrado de espinas, Dios había dado al hombre tres dones: la sonrisa, el sueño y la esperanza. Los dones de Pedro J. se reducen a uno: el periodismo. Y eso es lo que detecta el lector, desde el primer momento, al saborear cada página de Palabra de director –que ha salido a la luz después de superar los 40 años como mandamás de periódicos–, un testimonio apasionado y apasionante de Periodismo, ahora con mayúsculas.

Una obra fundamental, sobre todo para esta aciaga época en la que la profesión atraviesa por un momento crítico y no por la oferta –la cantidad de alternativas es, como el Estado, gigante y elefantiásica– sino por la pérdida de calidad. Como dirían en el campo, más valen dos bocados de vaca que siete de patata. Y, ahora, a la salud del Gobierno y del ínclito Garzón.



Vayamos a lo importante, que no es que Pedro J. haya sido, sea y siga siendo un periodista conocido, que lo es. Lo relevante es la concepción que tiene del periodismo, que es la clave de su éxito. Marcado, según él, por el Watergate que acabó con el sobrevalorado de Nixon, conoció a Ben Bradlee y, rápidamente, surgió el flechazo.

Pedro J., siendo aún un joven reportero de Abc que ejercía en la práctica como columnista, estaba ante el espejo y viendo su reflejo en el futuro más próximo. Dicho y hecho: Diario 16 le nombró director y empezó el mito. Y no pararía jamás, a pesar de los burdos intentos del Poder de que lo hiciera.



Aunque extenso, el de Pedro J. es un libro fácil de leer e intencionadamente didelfo, con varios dentro. Uno es estrictamente profesional y técnico: el periodismo, qué ha sido, qué es y la capacidad que tiene de cambiar la realidad, partiendo, precisamente, de la misma realidad. Otro es en negro oscuro, de orden político, el que puede interesar más al lector de ensayo y, como el propio Pedro, tiene interés por la Historia. Porque eso son Suárez, Felipe, Aznar y Zapatero: historia viva de España. Anécdotas, conversaciones, momentos que el autor rememora con una exactitud increíble. ¡Con razón me dijo Paco Herranz que Pedro J. era un crack!



Las muchas precisiones que ofrece Pedro J. sobre el país que nos han dejado en estos últimos años nos llevan a preguntarnos muchas cosas: de la ilusión de lo que fue la Transición a la demolición del Estado que se ideó entonces –cuando se “jodió” el Perú–, pasando por el felipismo calcinante, las promesas incumplidas de Aznar o su buena relación personal con Rodríguez Zapatero.

Y uno se pregunta si El Tirantes no es el ejemplo a seguir cuando fue apartado de dos periódicos por colores políticos diferentes y ahora, en EL ESPANOL, ha vuelto para recordarnos lo que él aprendió en Estados Unidos. Que el periodismo debe ser consecuente con la verdad, tiene que influir y ha de poseer un carácter totalmente independiente.

Ésta es la historia de un hombre de La Rioja que estudió Periodismo, en contra de los deseos de su padre, y acabó siendo “el periodista  europeo más importante de último cuarto de siglo”, según The Guardian. Y al que, de haber nacido en otro país, como muy bien le dijo José Luis Martín Prieto, le hubiesen dado el Pulitzer.



Aunque eso tiene fácil solución: están a tiempo todavía.