El temor a la invencibilidad de la imbecilidad

Me cuesta creer que alguien no se haya arrepentido alguna vez de haber dicho (o escrito) palabras huecas, ofensivas, dolientes, malsonantes, inexactas, inapropiadas, tergiversadas, que falten a la verdad, de manera consciente, o que demuestren una ignorancia profunda o mayor de la esperada, tras escuchar a algún sabio en la materia o haberse documentado más y mejor, habiendo deseado "rebobinar", borrarlas del diario personal de sesiones o no haberlas dicho (o escrito) jamás.

Ya lo decía un gran hombre, el expresidente norteamericano Abraham Lincoln, defensor, como pocos, de la libertad, independencia e iniciativa del ciudadano, entre otras:

- "Mejor es callar y que sospechen de tu poca sabiduría que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello"

- "Hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios"

- "El conocimiento es la mejor inversión que se puede hacer"



También el refranero español, con una expresión que simboliza lo importante de la discreción, cuyo origen se remonta al siglo XVI, durante el reinado de Carlos I, u otra más reciente, dirigida por nuestro regente emérito, a un conocido y alabado populista bolivariano:

- "En boca cerrada no entran moscas"

- "¿Por qué no te callas?"



En la misma línea, simultaneando un sentido más intimista y universal, podemos escuchar en la dulce melodía de Manolo García "Cuando el mar te tenga", con raíces en algún proverbio árabe:

- "Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir. Que hable el mundo y calle el hombre, calle el hombre y vuélvase a callar"



Pues bien, aun a riesgo de cometer el mismo error, sin pretender promover organizaciones "antibulo" o "ministerios de la verdad", no quiero dejar de reflejar mi temor, más bien pánico, por la intransigencia, necedad y osadía de quienes con sus manifestaciones, difunden intencionadamente en sus mensajes, o en el propio lenguaje usado, tantas y tantas imprecisiones e inexactitudes, de difícil justificación o credibilidad, influenciados por movimientos populistas, manipuladores, desestabilizadores o con dudosos fines e intereses.

Insistiendo en negar las evidencias más abrumadoras, avaladas por el respetado "método científico", que ha permitido tanto desarrollo, modernidad y bienestar, o por profesionales, investigadores, académicos y estudiosos, respetados en cada una de las materias.



Hay quién los llama negacionistas, tierraplanistas, "trumpistas", conspiranoicos, "miembrapleitesanos" o adulteradores de lenguaje, antivacunas, apocalípticos, especuladores, antiglobalistas, sectarios, oportunistas paranoicos, en fin, podrían constituir una horda de populistas fanatizados, de toda índole, condición e ideología política.

Ya sea por negar la Covid-19, a la que llaman "plandemia", o la eficacia de medidas impopulares, por achacar sus causas a los efectos del 5G o a constelaciones tipo "Starlink", por pensar que la climatología actual está siendo forzada, por negar los efectos del calentamiento global, por usar un ridículo lenguaje forzado no sexista, o por propagar otras muchas teorías manipuladoras.



Lo más grave, a mi juicio, es que parecen reproducirse y contagiar de manera incontrolada, cual pandemia o "peste" mediática, con nuevas variantes, con manifestaciones verborreicas incontenibles, como fuente inagotable de desconocimiento, sin remedio conocido, sin posibilidad de "vacunación" o cura, sin reconocimiento o detección posible de una buscada e intencionada condición de imbecilidad.

Propagándose por todo tipo de ámbitos, político, social, sanitario, tecnológico, religioso, cultural o vinculándose a movimientos extremistas, alentados por personajes variopintos distópicos o avalados por titulados universitarios de dudosa ética, con afán de una baldía notoriedad e inusual protagonismo, que nunca les hubiese llegado por otras vías.

Mostrándose y enfrentándose al resto del mundo sensato, buscando nuevos seguidores de su fugaz "toptrendinismo" y acusando de borreguismo e inacción a los que no piensan como ellos o, simplemente no lo manifiestan, por ser más prudentes, pacientes, reflexivos, comprometidos, sosegados y solidarios.



Ni les quito ni les doy la razón, sus argumentos, aunque discutibles, tienen, espero que los que se puedan dar por aludidos no se molesten demasiado y también respeten la opinión de los conciudadanos que no piensan como ellos, aplicando su tan denostada libertad individual, que acaba cuando empieza la de los demás.



En definitiva, me gustaría que estas palabras sirviesen de reflexión, para que cada uno valore, en su propio marco de convivencia, cómo puede contribuir a mitigar sus efectos y que, entre todos, podamos vencer esta otra pandemia global, que a nadie beneficia.