En un periodo caracterizado por la resiliencia y la gestión del cambio, el comercio busca nuevas fórmulas de crecimiento pese a la actual coyuntura. 

Tras años de estabilidad geopolítica y social en los países más desarrollados, asistimos desde 2020 a un nuevo panorama internacional, marcado por una pandemia responsable del mayor confinamiento en la historia de la humanidad, y, más recientemente, por la incertidumbre de un conflicto armado en plena Europa, con el agravante de que el instigador no sólo es una de las principales potencias nucleares, sino que se ha propuesto resucitar el fantasma de una guerra fría 2.0.

Echando la vista atrás, 2020 presentaba una prognosis esperanzadora para el crecimiento del comercio internacional. En esos momentos, la mayoría de las predicciones apuntaban a un incremento moderado pero sostenido que consolidara la recuperación de la Crisis Financiera de 2008. A pesar de turbulencias como el Brexit, la guerra comercial EEUU-China, el auge de populismos y nacionalismos, o la desaceleración de la economía China, el clima predominante bien pudiera haberse definido como de optimismo prudente, así reflejado en numerosos informes de instituciones internacionales de prestigio como el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio.

Sin embargo, desde esa primavera, el virus SARS-CoV-2 dinamitó cualquier estimación, provocando la disminución en 2020 del comercio en un 5,3%. En clave estratégica, cualquier predicción basada en una metodología de escenarios se tornaba caótica, y cualquier proyección sobre la base de información existente solía resultar tan inútil cómo errónea. El comercio internacional implosionó por parálisis de la producción y de la cadena de suministro, con imágenes de zonas desabastecidas y ciudades desiertas dignas de películas distópicas como I am legend (F.Laurence, 2007) o Contagion (S.Soderbergh, 2011). La realidad superó a la ficción y algunos índices se desplomaron a valores de la II Guerra Mundial. 

Si bien es cierto que las campañas de vacunación y una disminución en la virulencia de las nuevas cepas han contribuido a la recuperación del comercio desde 2021, se siguen produciendo variaciones significativas según cuando se tome la foto. Así, en el 3er trimestre, el comercio mundial de mercancías disminuyó un 0,8% tras un año de expansión. Las principales causas de este retroceso fueron el aumento de los casos de COVID-19 fruto del índice de propagación de la variante ómicron, los problemas en las cadenas de suministro internacionales y la escasez de insumos de producción, según un informe de la OMC de diciembre de 2021.

Los principales riesgos que amenazan la recuperación del comercio son el aumento de los precios de fletamento, una inflación disparada por la subida de los precios de la energía y la escasez de materias primas, una mayor regulación del transporte y las aduanas y el incremento de las tensiones geopolíticas. A todo ello habría que sumar las posibles interrupciones en las cadenas de suministro derivadas de la escasez de contenedores, el repunte de la demanda, las limitaciones del transporte marítimo, la escasez de semiconductores o la aparición de una nueva cepa más virulenta que implique nuevos confinamientos masivos. 

Pese a todo, conteniendo la inflación, resolviendo el drama de Ucrania y “gripalizando” el COVID-19, se atisba una recuperación marcada por tendencias concretas que se prevé experimenten un notable crecimiento. Entre muchas conviene destacar los servicios para personas de edad avanzada, la automatización laboral en numerosas fases de la cadena de suministro, el e-commerce y la economía digital, las operaciones financieras impulsadas por innovadoras fintech, la economía compartida y sus aplicaciones a diversos ámbitos como movilidad, turismo, etc., así como nuevas formas de comercio alineadas con las directrices que impulsan los ODS.

Recientemente, el Global Trade Report de Euler Hermes ha estimado que el comercio mundial crecerá un 5,4% y un 4% en 2022 y 2023 respectivamente, y todo ello pese a carecer de una garantía sólida en la continuidad de las cadenas de suministro como se observa con los envíos que salen de Asia, especialmente de China, al resto del mundo. Podemos ser por tanto moderadamente optimistas y, salvo un empeoramiento de la situación sanitaria en relación al virus SARS-CoV-2, o una escalada del conflicto armado en Europa del Este, es previsible -y deseable- que el comercio mundial recupere una tendencia positiva para los años venideros.

“Siempre en movimiento está el futuro” asegura Yoda en El imperio contraataca (I.Kershner, 1980), y es precisamente ese movimiento el que impregna de incertidumbre al optimismo manifestado. Estaremos atentos por tanto a qué dirección toma, con los dedos cruzados para que favorezca el auge del comercio, por el bien de todos.

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