Viajar hoy a Inglaterra a las zonas de Oxfordshire, Worcestershire y de Gloucestershire es poder disfrutar de localidades como Burford, Fulbrook, Bourton on the Water, Asthall, Chipping Campdem, Kelmscott y Broadway, por citar algunos municipios, y de lugares tan simbólicos como al Broadway Tower o la Kelmscott Manor house, donde vivió sus últimos 25 años Willian Morris, su mujer Jane y sus hijas.
Es una delicia contemplar estos paisajes de suaves colinas que en su día se enriquecieron con el comercio de la lana, y que invirtieron parte de sus beneficios, en construir unas mansiones, iglesias y casas señoriales dignas de visitar.
Pero más allá de la contemplación de este lugar único, comparable a la Toscana, en lo que se refiere a equilibrio perfecto entre paisaje y arquitectura humana, cualquier viaje posibilita, a través de la observación participante, el aprendizaje del sistema de organización y funcionamiento de estas comunidades comarcales o condados.
Varios rasgos destacan de su sistema de vida hoy, que ojalá hubiéramos interiorizado y practicáramos los hispanos: en primer lugar llama la atención que toda finca y propiedad debe facilitar el paso a los paseantes o a personas que desean trasladarse, por el campo, de un lugar a otro. Aquí si se cumple el refrán castellano de que no se pueden poner puertas al campo.
Contemplar y practicar el paseo por los campos de los alrededores es uno de las actividades que se pueden realizar, algo imposible en nuestros pagos.
Un segundo aspecto a destacar es que, al menos una vez al año, se abren al público todos los jardines privados, los cual permite a los vecinos y visitantes de estas poblaciones el poder contemplar los maravillosos parques privados ingleses, que poseen una forma de disposición y una estética de gran belleza, que difiere bastante, el clima es determinante, de los mediterráneos.
Sin duda, esta apertura actúa también como estimulante para esmerarse en el cultivo y en la creatividad del espacio disponible, que casi siempre incluye un cenador o pérgola donde, a media tarde, se pueda tomar un té con pastas o tarta. Y más tarde, un Xerry, aunque la lluvia esté presente.
Otra característica muy inglesa es la tolerancia. Una que contrasta con nuestros pueblos hispánicos, entretenidos en la práctica de las prohibiciones, y del deporte nacional del garrotazo, que también reflejan las pinturas de Goya.
Esta tolerancia facilita mucho la convivencia, el libre albedrío y la sensación de libertad en la realización de la vida ordinaria, elementos básicos si se quiere acceder a un mayor nivel personal de bienestar.
Muy importante también es el papel que se otorga a los mayores, que son los custodios de muchos monumentos y museos, a través de la Sociedad de Anticuarios, entidad no lucrativa en la que explican, de manera voluntaria, los mismos y que cumplen gustosos esta función de transmisión cultural intergeneracional.
En esta línea destaca que, en Londres, los museos, son gratuitos, pues entienden que todo aquello que contribuye a la educación personal debe ser de fácil acceso.
Y, por último, llama la atención el enganche o el compromiso que los vecinos tienen con la comunidad. Se pude palpar que hay un sentido comunitario muy fuerte. Y para ello disponen de espacio polivalentes, que incluyen cafetería-restaurante, donde cada día, al menos desde la primavera la otoño, se intentar programar actividades de todo tipo. Por citar tres días de junio, uno se programó un concierto de jazz (la iniciativa la toman los vecinos). Otro día se programó una cena-velada sobre Ghana, con la ocasión de a presentación del nuevo farmacéutico. Y su familia, que había adquirido la farmacia, y que fue un modo de presentación en la sociedad. Y un tercer día se programó una charla sobre la BBC, por parte del antiguo director, que reside en el municipio y que había dejado hace poco el cargo, donde se expusieron diversas anécdotas ocurridas durante su mandato.
Este compromiso y participación vecinal en las actividades programadas sirve de marco de relación entre ellos, y se pone también de manifiesto en las actividades que surcan los pueblos. Por ejemplo, la carrera ciclista nacional, protagonizada por mujeres, y a la que todo los vecinos salen a jalear.
No puedo cerrar esta postal sin nombrar el Jubileo, que coincidió con los días que visitamos Inglaterra y que pone de relieve otra de las virtudes inglesas: la importancia del reconocimiento y la gratitud debida. Es encomiable cómo el país entero reconoce y agradece el trabajo de la reina Isabel II por sus setenta años de dedicación al país y los servicios prestados. No hay escaparate particular que no dedique uno de sus anaqueles a la Reina, ni interior de iglesia que no la recuerde, ni ayuntamiento o municipio que no se haya engalanado para la ocasión.
Mientras, en España nos dedicamos a poner el contrapunto, rayano en el maltrato, al rey emérito que facilitó la llegada de la democracia.