Las agendas de Davos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Davos. Moncloa / Pedro Calvo.

De los muñidores de mantras torticeras ningunos se emplean con tanto fanatismo como quienes imponen el carácter perentorio apocalíptico del cambio climático, arropados cada día más por medios y políticos. Mira por donde, con apenas 50 años de observación, los científicos oficiales han dictaminado, sin derecho a réplica, que la Tierra será devastada y la humanidad exterminada si no se cumplen a rajatabla la directrices de las Agendas 2030 y 2050.

¿De verdad quienes acuden a Davos, los más poderosos de la Tierra, están resolviendo los problemas del mundo? ¿O ese foro es una pantomima para, desde una atalaya de contubernio, ver la forma de sacar más tajada que nadie para sus particulares e inconfesables intereses? Ni el hambre, ni el reparto de la riqueza entre naciones, ni la incultura y precaria salud de los países pobres, ni la paz entre naciones, han sido objetivos alcanzados. Les encanta prohibir y asustar, enzarzados en discusiones bizantinas y sectarias (energías verdes, control de la natalidad, eutanasia, políticas LGTBI y de igualdad, adoctrinamiento educativo de masas...).

Pero son incapaces de poner en marcha soluciones para aumentar el bienestar, erradicar la pobreza y garantizar la paz. ¿Cuánto inmenso daño, humano y ecológico, están haciendo las guerras, en particular la de Ucrania? ¿Acaso el artificial negocio financiero de los derechos de emisión ha resuelto otra cosa que el enriquecimiento de algunos y la burla de otros? Esas naciones que pasan de sufragarlos y de invertir en filtros de control de emisiones de CO2 y de dióxido de nitrógeno. Y, para perversión del libre mercado, la CEE con relevantes sobrecostes energéticos e industriales frente a los países que pasan de las emisiones nocivas y contaminan a placer.

La transición ecológica (esencial en los proyectos para obtener fondos europeos) está llevando a la ruina a Europa y, muy singularmente, a España. El apremiante y catastrófico cambio climático, atribuido sobre todo al desarrollo económico, es la perniciosa idolatría que dejará al mundo libre, en especial a la UE, a los pies de China, Rusia, Corea del Norte, India, Pakistán y otras tiranías comunistas o fundamentalistas.

Así les va a los países europeos con la guerra de Ucrania, que les ha sacado los colores de su precariedad y dependencia energética, hija de la imprevisión y sectarismo ideológico.

Energía nuclear NO, tierras raras NO, prospecciones petrolíferas NO, fracking NO, minería en general NO, etc. Paneles solares y aerogeneradores sí, a tope. Unos y otros no están exentos de consecuencias contaminantes y, lo que es más relevante, no resuelven la seguridad en el abastecimiento, a merced su funcionamiento de la luz solar y de la fuerza del viento.

Paneles y aerogeneradores, además de contaminar, causar daños ecológicos y paisajísticos (los molinos han destrozado la imagen idílica de muchas cordilleras, por ejemplo, en Asturias), aprovechan fuentes de energía ineficientes para la continuidad del suministro. La solar, es evidente cuando no funciona. La eólica, si no hay viento o hay mucho tampoco.

¿Antes de la revolución industrial del XVIII no había cambio climático? Desde que existe la Tierra en el Universo lo ha habido (¿cómo ser "negacionista"?). Por eso en los libros escolares de ciencias naturales, de siempre, estaba narrado. Y su causa más relevante, durante miles y millones de años, es la acción solar y demás influencias cósmicas. Pero hay que alarmar y arruinar a las generaciones actuales, para someterlas mejor, mientras siguen ausentes en la mayoría de los países soluciones efectivas, como la construcción de grupos nucleares y la implantación obligatoria universal de filtros medioambientales.

¿Qué es de los planes de repoblación forestal y de investigación para la prevención y extinción de incendios? Para todo esto no hay recursos. Las funestas y estériles leyes ideológicas se lo llevan todo.

Y, entre tanto, España con un Gobierno incapaz de promover y negociar un pacto de estado, con los principales partidos políticos, para poner en marcha, con carácter urgente, un plan nacional de construcción de instalaciones y alargamiento de vida de las existentes, que garantice nuestra seguridad y autosuficiencia energética. Un Gobierno asambleario, de 23 ministerios, paralizado y atenazado por su propia incompetencia que, al igual que ocurrió con la terrible pandemia china, solo responde con gansadas del narciso dictador que lo preside, aderezadas con medidas represivas de consecuencias más negativas que otra cosa.

No poco trabajo tendrán los ayuntamientos para mediatizar el funcionamiento del alumbrado público activado por células fotoeléctricas, si es que el Decreto del Gobierno no excede sus competencias.