Tres días. Tres días de luto en Madrid por la reina de Inglaterra, dear Elizabeth. Idea de nuestra Isabel, gata oportunista y pragmática que espera el poder nacional entre coqueteos y cadáveres exquisitos. Nuestra niña va haciendo méritos, está vez en escala internacional para lograr posición en la Logia de turno.
Los tres días de luto, tres, son el equivalente a la plaza de Maggie Thatcher inaugurada por la Botella ayer y hoy enfrente de Blas de Lezo, o de la bienvenida visita de Soros antes de cualquier presidente para saludar a nuestro doctor Antonio o el trato mimoso familiar que hace Felipe VI tratando de aunty a doña Liz. Esto último es lo menos grave, porque la Clase y las Casas van a lo suyo y tienen ritmo y códigos propios.
Lo de estos lutos y lagrimones de los parias de la tierra no son más que la perenne claudicación moral de una tierra estéril a sus enemigos depredadores y un complejo de clase emergente que no tiene solución.
Nuestra España constituida constitucionalmente en Estado socialdemócrata inspirado en principios revolucionarios con especial rúbrica de "pluralismo" no es más que esto: juguete roto sin personalidad donde los prebostes del Estado rinden pleitesía al enemigo.
Ha sido así desde la Marcha Verde, pero alcanza límites de vergüenza y sofoco cuando cae una de estas figuras. Si ya fue penoso rayando el bochorno con lo de lady Di viendo a un pueblo lloroso y lerdo, llorando ante los acordes de Elton. Como show fue genial porque encandiló hasta los hijos de la Gran Bretaña, que pasaron de no llorar en la muerte de sus madres, a derramarse en opereta por alguien como lady Di.
En fin, lo que nos ha tocado padecer. Es que no tenemos remedio, no tenemos límite, no tenemos nada.