Opinión

Hombre rico, hombre pobre

Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez y María Jesús Montero, en el Congreso de los Diputados.

En el crepúsculo de la década de los 70 y el albor de la España en color, la serie Hombre rico, hombre pobre fue un fenómeno social. Para que las generaciones posteriores a los del baby boom lo entiendan, fue algo así como La casa de papel, El juego del calamar o Juego de tronos. Aunque elevado a la 10. Ya que entonces sólo había dos cadenas y no existían las plataformas. Y para sorpresa de las nuevas generaciones vivíamos y disfrutábamos.

La serie contaba la vida de la familia Jordache desde 1945 hasta 1968. La búsqueda del sueño americano de dos hermanos Rudy (Peter Strauss) y Tom (Nick Nolte). También había un malvado llamado Falconetti, interpretado por William Smith.

Estos días, nuestro docto (léase con ironía) presidente, al que algunos llaman Mr. Falconetti, me ha recodado la seria con sus apariciones públicas hablando de ricos y pobres.

Si hay algo verdaderamente relativo es la riqueza. El Tío Gilito, el megarrico del mundo Disney, siempre quería más dinero. En la vida real tenemos a Bezos, Musk, Zuckerberg, Gates, Buffet, Rockefeller... Todos también quieren más. Esa pasión por el dinero la maquillan. Unos hablando de filantropía y construir un mundo mejor acorde a sus estándares. Otros nos hablan de metaversos o conquistas espaciales, nuevos sueños americanos, o quizá una forma de resolver traumas infantiles de nuevos ricos.

Si bajamos algún peldaño, tenemos a los actores, actrices, músicos o deportistas de élite que también son ricos, algo menos que los anteriores, y que también quieren más. Algunos hasta toman decisiones erróneas en pro de conseguirlo, basta ver la plantilla del PSG.

Al nivel de los anónimos ciudadanos, un trabajador con contrato indefinido es rico frente a otro eventual. Y este rico frente a un parado.

Hace unas semanas Kiko Llaneras publicaba en El País, medio tradicionalmente identificado con el PSOE, un artículo ¿Sabes cuánto rico eres?.

En él explicaba con datos y gráficos que, si tienes una renta por encima de los 20.500 euros brutos anuales, estás en la mitad rica de España.

Obviamente, no es lo mismo vivir sólo con 22.000 euros de renta, que con ellos mantener una familia. De manera que también calculó que un hogar rico en España es el que supera los 30.000 euros netos. Para que los lectores puedan calcular su nivel de riqueza apliquen esta fórmula: sumar todos los ingresos netos de tu hogar, y luego dividirlos por el número de unidades que la forman. El primer adulto cuenta como una unidad, los otros adultos 0,5 y cada niño 0,3.

Concluía que muchas personas se sitúan mal en la escalera de la riqueza. Entre otras cosas por el llamado efecto segregación, todos vivimos mezclados con personas que se nos parecen, en renta, voto, estudios o lugares que frecuentamos.

Esto lo pude constatar al realizar el servicio militar. Al encontrarme que un gran % de soldados (próximo al 40-45%) de reemplazo no tenían el graduado escolar en el año 1988. Asistían a clases a la tarde para su obtención. Mientras los universitarios éramos minoritarios (aprox. 10%).

Parece ser que este artículo de Llaneras es el que ha inspirado a Sánchez y Montero a la hora de cuadrar el presupuesto del gobierno y para ello suben los impuestos a los “ricos” que son los que ganan más de 21.500 euros brutos.

Uno reconoce el ser afortunado por haber nacido en el lado “bueno” del mundo, y da las gracias por ser “privilegiado”, teniendo un trabajo “estable” que permite llegar a final de mes, con cierta holgura o sin aprietos excesivos debido a un control del gasto. En esto consiste la austeridad.

Nunca he dado por bueno el axioma del que paga manda. Aunque considero que quien paga se ha ganado el derecho a expresar lo que piensa con educación y ecuanimidad. Por ello, los ciudadanos debemos ser honestos con nuestros gobiernos, reclamándoles que hagan su trabajo bien.

Hay que resaltar que el gasto público respecto al PIB se ha duplicado desde los 80 y ya supera el 45%. Sin embargo, la percepción de los usuarios en eficiencia y eficacia de la administración pública disminuye alarmantemente.

Presumir de que el gasto público es el mayor de la historia, no quiere decir que ese gasto este bien realizado, y menos que el gobierno sea un buen administrador. La presión fiscal ha subido 6 puntos con el gobierno de coalición y apuntalado por el nacionalismo vasco y catalán. Otro dato curioso, en todos estos años la aportación del llamado cupo vasco ha sido siempre del 6,7 %.

No debiera parecer normal que en los últimos 40 años el presupuesto, con la excepción de dos ejercicios, siempre ha tenido déficit.

El presupuesto no se debe cuadrar aumentando sólo la presión fiscal. La Fundación Civismo elabora anualmente un estudio recordando a los contribuyentes los días que, de media, trabajan para cumplir con el Estado. En 2023 los españoles tendremos que trabajar hasta el 29 de julio, 16 días más que este año. También la liberación fiscal es distinta por territorios.