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En Iowa no hay mucho que hacer

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Veía ayer una serie americana en una conocida plataforma y salió una escena curiosa. Me refiero a curiosa a ojos de un español, claro, porque en cualquier otro país y más aún en EEUU, donde el sentimiento patriótico nacional está muy por encima de cualquier región que lo forma, esto no pasa de ser una coletilla graciosa.

En la escena aparecía la protagonista ofreciendo un trago de una botella de licor a una amiga extranjera. Ésta le contestó que nunca había probado el alcohol y la protagonista replicó que ella sí, ya que “en Iowa no hay mucho que hacer”.

Escenas de este tipo son muy comunes en las ficciones norteamericanas. En Los Simpsons por ejemplo, se ven mucho este tipo de chasquidos cómicos sobre algunas regiones o Estados.

¿Os imagináis alguna serie o película española haciendo algo así? Al instante saldrían en manada cientos de voces de la región nombrada, cuchillo en boca a destripar a cualquier actor, director o guionista que se atreva, pidiendo el boicot o cancelación inmediata de la serie.

El Estado de las autonomías que se creó con la Constitución supuso el mayor error de la Transición, más aún cuando se le dio la capacidad de que unas autonomías tuvieran privilegios por encima de otras.

Hemos creado nacionalismos donde no existían y ayudado a propagar sin control ese nacionalismo donde ya había conatos.

Aquí cada región valora más su supuesta identidad histórica por encima de la identidad nacional, hecho que provoca que cada región viva de espaldas a su vecino y sea imposible luchar por el bien común. Todos a latigazos defendiendo su terruño.

El principio de solidaridad recogido en el artículo 2 de la Constitución quedó en un simple sueño utópico. Si antes el facha era el nacionalista español, ahora es facha ser un patriota.

Decía Octavio Paz que son tres las enfermedades que puede padecer una sociedad. Imperialismo, Militarismo y Nacionalismo. El imperialismo lo superamos en el siglo XIX tras la pérdida de los últimos territorios de ultramar y el militarismo en el XX tras la muerte de Franco, pero la enfermedad del nacionalismo la tenemos expandiéndose sin control por cada territorio de este país. Es una enfermedad con la que hay que acabar, pues las enfermedades matan.

Es imperiosamente necesaria una gran reforma constitucional, para corregir los errores que tras medio siglo de prueba se le han detectado a nuestra Constitución. El primer paso debe ser una reforma de la ley electoral para quitarle poder a los nacionalismos periféricos que ahora mismo están dentro de las instituciones nacionales.

Como ya he dicho, si no se hace este país seguirá enfermo, el nacionalismo se propagará más y más y acabará siendo mortal.

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