Me topé con la Introducción al Cristianismo de este tal Ratzinger. Fue como ver la luz. Era un libro serio, de un alto nivel intelectual pero asequible, bien escrito y sin interés en "vender" la fe, sino en explicarla. Un esfuerzo grande de claridad y de unidad, de criterio y de exigencia del ser humano para ejercer la Razón y encontrar a Dios a través del eterno concepto de Sacrificio.
Ratzinger no era un místico que da el salto a la realidad por la Gracia, era un trabajador de la inteligencia que nos redescubre la teología y deja abierto el camino razonable hacia el Misterio. Me pareció un texto tan lúcido como honesto y ahí empezó a madurar mi catolicismo.
Ratzinger llegó años mas tarde a la cúspide de su carrera, me alegré mucho y el mundo secular occidental le recibió con saludos de "pastor alemán". Curiosamente fueron las organizaciones judías las que mejor le recibieron, como subrayó Israel Singer.
Su pontificado ha sido muy provechoso. En estos cargos donde uno llega ya talludito, donde tiene que lidiar con todo tipo de canalla dentro y fuera de sus fronteras no veía yo que fuese un tipo duro, un manager. Le veía como un intelectual que estaría contentísimo escribiendo libros en un monasterio. Pero el Espíritu Santo sopla como sopla y Benedicto llegó para organizar y escribir.
Remodeló dentro de la curia –apenas tocada por Juan Pablo II–, viajó, aunque obviamente no con la voracidad de su antecesor, dejó mudos a pseudointelectuales que le atacaron sin razón cuando, siendo los baluartes de la pseudotolerancia, no le querían dejar entrar siquiera a las Universidades que habían sido creadas por la misma Iglesia Católica, afianzó relaciones con el pueblo judío, escribió encíclicas fundantes, motus proprios y tres libros y cada miércoles le veíamos en Vaticano haciendo una catequesis de obra de arte.
Tuvo que arrodillarse a pedir perdón, limpiar e indemnizar a las víctimas de ese gran pecado y gran tragedia de la homosexualidad pedófila en la Iglesia, y la última estocada vino dada por el mayordomo golfo que tenía a su lado. La cruz siempre ha estado en estos años.
En España se le vio la mano con dos nombramientos interesantes: el de Munilla en nuestra diócesis etarra y el obispo de Solsona en la caverna soberanista. Este último nos salió rana, pero eran intentos de limpiar en lo que se podía lo que las nefastas Conferencias Episcopales están haciendo en muchos países, sobre todo en el nuestro.
Así, tras tantas batallas y manteniendo su coherencia íntegra intelectual decide hacer algo único que personalmente me causa desconcierto y enorme dolor. En todo caso uno se fía de los suyos y de Dios y creo que este hombre sabe lo suficiente para hacer lo que ha hecho.
Ratzinger, Benedicto XVI, su Santidad, gracias por todo, rece por nosotros.
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