La exlíder de UPyD, Rosa Díez, junto con el expresidente de Ciudadanos, Albert Rivera, durante un encuentro en 2014.

La exlíder de UPyD, Rosa Díez, junto con el expresidente de Ciudadanos, Albert Rivera, durante un encuentro en 2014. Europa Press

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Sobre el fracaso de los partidos bisagra

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Hemos llegado a una situación en la actual política española que no se ve con claridad cual puede ser la salida. Pues la esperanza puesta en Vox para una regeneración del sistema democrático parece enfrentarse con serios escollos por la dificultad de construir una mayoría electoral de derechas con el PP, que no sea meramente coyuntural, sino que ofrezca garantías de continuidad. Ello conlleva el peligro de que, cuando alcanzan dicha mayoría electoral, aparecen fuertes discrepancias en temas como las Leyes LGBTI, el aborto, la lengua, etc. Por ello, aunque Feijóo llegase al poder en las próximas elecciones con los votos de Vox, se producirían de nuevo los mismos conflictos elevados a un nivel mayor de tensión y de inestabilidad política. Lo cual es malo para una España que, si quiere regenerarse y volver a crecer económica y culturalmente, necesita de otro largo periodo como el que hemos tenido desde la llamada Transición a la Democracia.

Habría, entonces, que analizar con precisión la clave que permitió la larga estabilidad del llamado bipartidismo imperfecto de PSOE y PP con la ayuda de la bisagra nacionalista catalana y vasca. Creemos que dicha clave está en dicha bisagra, la cual demostró cómo desde un número de votos minoritario se puede ejercer un decisivo poder arbitral que determinó en cada momento el turno de partidos cuando ni PSOE ni PP conseguían la mayoría absoluta. Dicha bisagra, mostrándose cada vez más independentista, fue arrancando transferencias y privilegios presupuestarios que han conducido a la nave del Estado lo más cerca posible de la meta en que soñaban, la disgregación de España como Estado nacional unitario. Por eso hoy estamos al borde de la ruptura nacional si no tomamos enérgicas y sabias medidas antes de que ocurra una catástrofe del tipo de una balcanización que nos podría conducir a otra guerra civil, de las que ya parecían superadas. Los propios dirigentes de Vox son conscientes de ello cuando afirman no querer romper el marco democrático constitucional que nos rige desde el final del franquismo.

Pero el problema es que Vox solo podría imponer sus medidas de un reforzamiento de la unidad nacional y de un volver a coser y atar con hilos más fuertes las costuras rotas de la actual Constitución, si consiguiese una improbable mayoría absoluta o si gobernase con el PP. Lo primero parece muy difícil por el estigma de partido extremista y lo segundo porque, como venimos observando en los últimos resultados electorales, no consigue imponer su política en asuntos claves. Por ello creemos que, por lo aprendido de la experiencia del poder de la bisagra nacionalista en las últimas décadas para conseguir avances estratégicos en sus fines, como el independentismo ya fáctico de algunas Autonomías, podría ensayarse una política similar, pero de fines contrarios, como es el reforzamiento de la unidad de la nación española. Pues ello sería una política de un nuevo poder de centro enfrentado, en el nuevo contexto mundial en que nos movemos, a la polarización política extremista que pretende la destrucción de los llamados Estados nacionales tradicionales en beneficio de los nuevos poderes globales y de la creación de nuevos poderes locales propugnada por el secesionismo creador de mini-Estados más fácilmente manejables por el Globalismo. Esta sería en esencia la justificación política de un nuevo centrismo para el que se precisarían nuevos partidos bisagras que pudiesen actuar en el aún persistente marco de tendencia bipartidista español, para romper o doblar la espina dorsal estratégica que comparten en las últimas décadas tanto PSOE como PP: su subordinación al Globalismo y, por ello, su debilidad frente el independentismo localista.

Alguien me podrá decir que la bisagra de partidos centristas ya se intentó desde los tiempos de Adolfo Suárez hasta los actuales Ciudadanos, y que se demostró con fracasos rotundos. Bien, eso quiere decir que han fracasado dichos partidos centristas, porque no fueron una bisagra adecuada. Pues la bisagra funciona cuando es adecuada a la situación como demostraron los partidos nacionalistas. Por tanto, el problema está en que tales partidos centristas eran débiles ideológicamente hablando: en el caso de Suárez por su incapacidad de prever la amenaza secesionista con sus generosas concesiones a nacionalistas catalanes y vascos; en el caso de Ciudadanos porque, aunque se opuso vigorosamente al independentismo, no dudo en asimilarse al globalismo de la Unión Europea. Por eso acabó convirtiéndose en un partido globalista que pretendió competir con PSOE y PP, perdiendo de modo espectacular.

Por ello, es necesario repensar el centro político, pero principalmente desde la nueva política mundial en que nos encontramos. Mientras no surja este nuevo tipo de partido y alcance una votación suficiente para hacer de nueva bisagra, el horizonte político seguirá lleno de oscuros nubarrones.

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