Los pillos españoles

El Lazarillo de Tormes de Goya

Desde el Lazarillo de Tormes, o mucho antes, vivimos en un país de pillos, somos así. La pillería no llega a tanto en el español que no está en el poder, la pillería queda en la economía sumergida, en el engaño al ciego para beber un poquito más de vino o comer un trozo más grande de pan. Si existe pillería es no sólo por el carácter del español, sino también por los palos que da el sistema. Y no me refiero tanto al poder, sino a los sistémicos fallos de la estructura de España. Ahora se pretende resolver este fallo de la deriva del país dando subvenciones con dinero que sale de fondos europeos, los cuales antes o después se acabaran.

Estos fondos debieran ser empleados para conseguir fomentar un empleo de calidad, cambiar el modelo económico, como, a pesar de estar los comunistas en el poder en Portugal, se está consiguiendo hacer en ese país. Aquí no hay un cambio de la estructura, no se fomenta a los emprendedores, pues si todo se resuelve con dinero público a mansalva no hay necesidad de que se fijen objetivos que hagan aumentar la riqueza del país.

La subida de impuestos directos e indirectos, para por ejemplo dar un bono cultural, no es mala idea, pero dependerá de nosotros usarlo para enriquecernos y meditar. Porque la cultura, la cual se menosprecia (ya lo dice Savater, que ha cerrado la revista Claves, pues según explica ya sólo interesa el ecologismo y el clima), también educa, da formación en valores, necesarios para salir de la pillería, y por ejemplo así pagar impuestos evitando la economía sumergida.

En Andalucía se está fomentando el modelo empresarial, parece que sólo la derecha está dispuesta a crear empleo de calidad. Sin duda el pacto al que se ha llegado con los agentes sociales es positivo pues hay trabajadores, por ejemplo, en el comercio, que llevan años con el mismo sueldo, sin embargo, podría suceder una bajada por productividad, dejando así esta subida en vano. Pues la pillería también existe en algunos empresarios.

Hay un problema, forma parte del fallo estructural, en el acceso a la vivienda, los alquileres están cada vez más caros y la subida de precios desde la burbuja económica hace difícil la compra de casas. Así la juventud queda desprotegida e incapaz de independizarse. Esto el gobierno pretende resolverlo fijando precios, lo cual no hará más que impedir que salgan casas al mercado del alquiler. Esta ley fomenta a los pillos ocupas, y el peligro a que la propiedad privada sea una angustia para los dueños, un miedo a perderla.

Se pretende resolver el problema estructural, hablando y hablando de la sexualidad, como si fuera lo más importante, ya hay leyes en España que protegen todas las orientaciones sexuales, lo cual sin duda es de lo más positivo. Pero si el poder llega a decirnos cómo debemos de obtener placer, se llega al intento no ya sólo de eliminar la individualidad, sino a la pretensión del cambio de conductas de nuestra intimidad, lo cual no es ya moral del Estado, sino intromisión desagradable y espantosa en la persona. Dejemos a cada cual decidir sobre estos temas.

Para ser ministro en este Gobierno se requiere de charlatanería y manipulación. Los charlatanes son otra clase de pillos, vendiendo productos capilares como en las películas del Oeste, el predicador engañaba. Y como el bono cultural no se emplee para lo que está sino para comprase coches, la manipulación será fácil de conseguir.

Viendo el debate de las distintas fuerzas políticas en la Comunidad de Madrid se puede vislumbrar la falta de nivel. Se malinterpretan las políticas culturales de Ayuso con la existencia de casas de apuestas, que tanto daño están haciendo a la juventud. Si se abole el tabaco que se abolan este tipo de empresas de pillos que quieren ganar dinero a fuerza de fomentar la ludopatía.

Ya es el colmo que ahora se proponga la creación de supermercados y banca púbica, que se tache de pillos a los empresarios que están creando empleo y haciendo que la estructura económica de España mejore.

Si este gobierno da el bono cultural, pero luego en la muerte de Sánchez Dragó se le llama fascista (por cierto, a su padre lo mataron los nacionales), mal vamos. No se respeta ni a los muertos. Ya empezaron a hacerlo cuando murió el presidente del Banco Santander, Emilio Botín. Hay que ser desgraciado para que el odio llegue a ese extremo. No se puede odiar a la vez que se va de salvadores y de buenos.