Sin centro no hay paraíso

Begoña Villacís reconoce su derrota en Madrid. Youtube

Nacer en 1976 no es mal año para personas que creen en la importancia de la política. Puedes absorber bien lo bueno de la política de antaño y, a la vez, tener una visión más moderna de cuáles son las inquietudes de la sociedad de hoy, de sus jóvenes, de las familias y de la nueva economía. Nacer con el inicio de la transición, con el camino forjado de la Ley Fundamental y la Ley para la Reforma Política, con el gobierno de Adolfo Suárez, con el referéndum de la Constitución Española y con el mayor golpe a la democracia española con el golpe de Estado del 23-F quieras que no, marca.

También hemos vivido con temor los atentados de ETA que se sucedían junto a la alternancia política del bipartidismo que seguimos recordando y no olvidando. Hemos vivido quizá en 4 décadas lo mejor y lo peor de la política.

Somos muchos los que nos consideramos demócratas y de centro. El centro político todos sabemos que ya existía dentro de los dos grandes partidos hasta la llegada de Ciudadanos, que irrumpe en el 2006, mucho antes que lo hiciera la extrema izquierda y la extrema derecha, con Podemos y Vox como representantes. El centro político es el espacio que ha conseguido grandes consensos y facilitado grandes progresos en pro de la democracia. Pero, como en una diana, el centro siempre ocupa poco espacio y todos quieren siempre llegar a él y poseerlo.

Es la situación en Cataluña, la lucha contra la corrupción política y en las instituciones públicas lo que escinde el centro político y lo concentra en solitario.

A los liberales, que de verdad nos mueve la libertad y la tolerancia nos es difícil, por no decir imposible, formar parte de partidos político movido por intereses partidistas, por el sectarismo, por pactos con partidos anti-constitucionalistas y salpicados por la corrupción.

Estamos cansados de la política basada en el si tú no, yo sí y viceversa, que prioriza la bronca continua. No seamos ingenuos, no podemos sacar lo mejor del bipartidismo y aislarlo de forma independiente y autónoma, lo mejor y lo peor van en un pack y o lo compras o lo desechas. Y los electores lo han comprado tal cual y hay que respetarlo.

No pasa desapercibido que la polarización disuelve el centro y será el centro el que la minimice algún día, cuando los electores así lo consideren oportuno.

El verdadero centro ahora está callado y se abstiene porque no tiene una opción atractiva que lo represente, y volverá cuando los ciudadanos conozcan las consecuencias nefastas de esa polarización y, para ello, hay que dar tiempo al tiempo.

A los centristas, nos mueve la igualdad y el progreso, servir a los demás y hacerles la vida más agradable, en definitiva, anteponer el interés de los ciudadanos a otros que ya conocen.

Hace tiempo que el centro cae en picado por estrategias fallidas, y nos está llevando, sin remedio, al sitio donde muchos no queríamos estar, en casa, y no porque no estemos cómodos, sino porque los liberales de verdad no servimos para estar parados, necesitamos movernos, somos inconformistas y hay que seguir con el camino andado.

Algunos nos comprometimos en política en pleno auge de los liberales sin pretender más que la participación, que cambiar la vida de los ciudadanos en su día a día. Algunos hemos tenido la suerte de poder defender este proyecto tan necesario en las instituciones y nos sentimos agradecidos por ello, aunque a veces lo hemos defendido contra viento y marea.

Esperemos de corazón que, aunque estemos en retaguardia, se esté a la altura de sumar, de aportar, de unir, de participar, ya que sólo así un proyecto tan necesario se hará fuerte de verdad.