Montados en la noria electoral, su maquinista, el señor Sánchez, le ha metido una marcha más. Y la velocidad es tal que no nos deja reflexionar sobre titulares pasados. Por ello tiramos de moviola y nos volvemos a la segunda semana de campaña de las municipales. En donde los colores de Vinicius acapararon los tabloides.

Digo bien, los colores de Vinicius, y me refiero al blanco, al negro, al rojo y al verde.

Abrimos un paréntesis para navegantes desnortados: vaya por delante que soy madridista. Me hice madridista tardíamente, al final de mi adolescencia, finales de los 70 principio de los 80, por romanticismo, por llevar la contraria, y por memoria histórica, pasado republicano y represaliado del equipo blanco y olvidado por la mayoría de la prensa y obviamente del público no ilustrado y enajenado por lo del equipo del régimen.

El joven jugador blanco es un buen jugador. Incluso pudiera ser excelente si se centrará en lo suyo que es jugar. De lo contrario será un payaso más de los que tocan el balón, suelen dar titulares extradeportivos y que acaban por ser juguetes rotos. El club de Concha Espina debiera centrarle o se echará a perder.

El futbol se ha convertido en un terreno minado, en donde todo vale para desequilibrar y molestar al equipo contrario. Desde caceroladas en los hoteles donde duerme, a provocar en el terreno de juego por parte de los jugadores rivales o a insultar por los espectadores. Vinicius es una de las muchas víctimas de la mala educación de nuestro país y del juego sucio de nuestro futbol. Como la han sido y lo son otros muchos jugadores. En él se focaliza el blanco de su camiseta y el negro de su piel, lo que provocan el rojo de su rabia por no comprender, desde su juventud, la maldad humana.

Lo último, han sido las muestras de homofobia (otro tipo de racismo) contra dos jugadores béticos por ir con un bolso a una boda. La mejor respuesta ha sido la del abuelo Joaquín paseando con vestido y bolso por la playa, defendiendo a sus ya excompañeros.

En España se ha reabierto el debate del racismo. Quienes jugábamos con las cajas de fósforos de nuestros equipos, cuando no había cromos de la Liga, conocemos a Biri Biri leyenda sevillista y primer jugador de color del equipo hispalense. Y ya entonces se abrió el melón del racismo.

El género humano teme a lo desconocido y a lo diferente. Ya sea por color, religión, conducta sexual, aspecto físico o procedencia. Ante estos prejuicios la mejor vacuna es la cultura y viajar, abrir la mente y el entendimiento y ser honestos con uno mismo y revisar nuestras conductas. Hay muchas actitudes micro racistas y sobre todo abundancia de mala educación.

Muchas personas de este asunto hacen tema de estado, aquí y al otro lado del charco. El presidente brasileño Lula ha entrado al trapo. Mientras aquí, algunos lo mezclan con la leyenda negra y hablan de que la reina Isabel I legisló protegiendo a los súbditos de la descubierta América. Y es cierto que fue la primera monarca en proteger a todos los habitantes de su territorio, aunque eso no impidió que hubiera conductas racistas y esclavitud. Hay quién lo ve como un nuevo capítulo de ésta (leyenda negra), en un intento de desprestigiar a la Liga y la Copa del Mundo 2030 frente a la Eurocopa de 2028 y la Premier. Todo puede ser posible de la pérfida Albión. Aunque también pudiera ser una paranoia conspiranoica.

El ministerio de Igualdad, antes de preocuparse exclusivamente por el futuro de su titular, y a falta de una nueva campaña contra la gordofobia, este año nos puede importar el tema de la fluidez racial.

La cultura anglosajona y protestante está muy preocupada por el supremacismo, de manera que para evitarlo reserva plazas públicas para quienes se identifiquen como negros o indígenas. Plazas que serán aprovechadas por aquellas personas con estudios secundarios. Aumentando la desigualdad con base económica como bien señala Hásel-Paris Álvarez, haciendo al capitalismo más diverso y castigando a los más desfavorecidos.

Y aquí es donde entra el cuarto color, el verde. El color del dinero. Porque muchos odian a Vinicus por ese otro color. Y lo que tienen es plutofobia, odio a los ricos.

Aunque lo que más se da en nuestra sociedad del bienestar es la aporofobia, la aversión o rechazo a las personas en situación de pobreza.

Estos días, los titulares han pasado rápidamente página de la tragedia del hundimiento de otro buque en el Mediterráneo, a la tragedia del submarino del turismo de élite. Hay que destacar la desproporción de medios movilizados en uno y otro caso.

Lo que marca la diferencia de ambas tragedias es el color del dinero.

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