Mis primeros amigos entrañables fueron Mortadelo y Filemón. Eran tiempos de "Super Humores" más grandes que yo, en que sin saber aún lo que decían estos sujetos, me fascinaban la vida que transmitían sus viñetas.
Pocos dibujos han tenido más movimiento que una simple viñeta de Ibáñez. Y más doble intención. Frente a otros dibujantes que en sus dibujos crean una composición más fija, artística, Ibáñez me llamó la atención por su increíble flexibilidad en gestos y acción para hacer entender algo que iba más allá del texto.
El primer atractivo de su trabajo fue así guiado por una estética pura, desenfadada y que hacía creerte la historia sin siquiera preocuparte por las palabras dejando salir la carcajada. El segundo paso fue, obviamente, entender lo que decían, lo cual para mí fue una sorpresa más que duraría toda mi vida.
Sobre la base de una historia de espías estrafalarios que integraban la agencia TIA, que es como la CIA pero en chapuzas, no sólo me enseñó a leer, sino a ver algo más que la historieta: la realidad nacional. Porque Ibáñez no era mera literatura para niños. Especialmente sus historias largas, relatando mundiales de fútbol, olimpiadas donde la corrupción era santo y seña de directivos, encerraban un fresco nacional que desde la policía hasta los cacos, continuando un amplio espectro social.
Ibáñez hablaba sobre España con cariño pero sin dejar títere con cabeza. Ibáñez era más underground que los "rebeldes" que vinieron luego. El problema es que no se notaba. Hacer crítica nacional entre risas y con el desenfado que dan protagonistas carismáticos. 13 Rue del Percebe hacía costumbrismo crítico de la convivencia vecinal, Rompetechos era un alter ego miope, Pepe Gotera y Otilio son sujetos muy reconocibles del mito ibérico. Todos sus personajes hablaban de una realidad que se dibuja amable y que esconde el carácter de un país.
Esto no se improvisa. Porque la grandeza de Ibáñez entra en la Escuela Bruguera que desde la posguerra era pionera en las historietas. Escuela que ayudó no sólo a distraer las infancias, sino a educarlas. Si algo me ha influido en mi vida ha sido la lectura de cómics, en especial Mortadelo y Filemón como fresco, primero íntimo y luego social.
Las puertas iniciáticas son sagradas, don Francisco. Gracias por formarnos la vista y por elevar las historias a algo más.