Fue la gran Virginia Woolf, aquella libre pensadora, quien se obsesionó con la búsqueda de lo que ella definía como "la verdad de las cosas". Más bien, le obsesionaba la idea de ser capaz de plasmar en un texto un trocito de esa Verdad con mayúsculas, que está ahí enfrente de todos, tan intangible como real. Como ella dijo: "Si tan solo pudiera juntarlos, sintió, escribirlos en alguna oración, entonces habría llegado a la verdad de las cosas".

Cuando nos asombramos al ver reflejada a la perfección la miseria en toda su amplitud en la novela Los miserables de Victor Hugo, cuando en una obra de Kubrick, como en 2001: Una odisea en el espacio, entiendes que la evolución del ser humano en el futuro pasa por la certeza necesaria de volver a ser un niño y cuando descubres que es posible sentir un grito a través de un cuadro, observando El Grito de Edvard Munch, sientes ese pequeño milagro, acabas de descubrir parte de esa verdad que tanto obsesiono a Virginia Wolf.

Supongo que la explicación se debe a que en este mundo tan ambiguo, en el que todo cambia, en el que parece que no hay nada a lo que aferrarse, necesitamos, de vez en cuando, descubrir un pedazo de esa verdad. Cuando esto sucede y has sido capaz de encontrar un pequeño tesoro, te sientes bien, más completo, más conectado, y al final, más humano.

Por eso, y sin dejar de dolerme, me es imposible hacer una buena crítica de Barbie. Es cierto que la película tiene buenas intenciones, que el vestuario y la producción son inmejorables, pero la historia... ¿Cuál es la verdad escondida de esta historia? Su mensaje es demasiado obvio, seguramente por toda la publicidad que rodea a la película. Cuando por fin te sientas en la sala de cine, no te sorprende lo que ves: una serie de gags que ya has visto decenas de veces, ya sea en Facebook, Instagram o cualquiera de las redes sociales. Así es como, desafortunadamente, pasa la primera parte de la película, aburrida y sin nada nuevo que aportar.

Es de destacar, sin embargo, la actuación de Ryan Gosling, brillante y, a la vez, desastrosa. Brillante para él y desastrosa para la película. Brillante, porque saca a Ryan Gosling del ostracismo de Hollywood en el que se encontraba desde su último éxito con el La La Land de Damien Chazelle de 2016. Tan brillante es su actuación, que no ayuda a la misión de la película de transmitir su mensaje feminista. No ves en su personaje reflejadas a las mujeres, por lo tanto, falla. Al lugar de eso, solo puedes pensar en cómo Ryan Gosling es capaz de reírse de sí mismo y en cómo el actor, una vez más (como suele pasar en Hollywood), se come al personaje.

Prosigamos con la película. Hagamos un acto de vehemencia y, ya sea por apoyo al movimiento feminista del que me declaro afín o simplemente por el bien común, continuemos con la segunda parte de la película. Asumamos que no por estar escondida una verdad deja de ser menos verdad y démosle una oportunidad a Greta Gerwig que, al fin y al cabo, es la directora de Lady Bird y de Mujercitas. Y es aquí, precisamente aquí, donde la película, ya herida de muerte, fracasa estrepitosamente. Nos encontramos con una serie de escenas inconexas entre sí, escenas para nada frescas o inteligentes, ¿Dónde se encuentra la frescura de Lady Bird cuando Saoirse Ronan se tira del coche en marcha para no seguir escuchando a su madre? ¿Dónde está la inteligencia del discurso de Florence Pugh en Mujercitas? Nos encontramos, sin embargo, con escenas tan forzadas que para explicarse necesitan que América Ferrera dé un discurso de diez minutos acerca del feminismo. Un discurso obvio, manido, nada comparable a la originalidad del discurso de Florence Pugh. Se siente todo tan forzado….

Y aquí es donde finalmente me pregunto ¿quién mato a Greta Gerwig? Fue Ryan Gosling, fue el marketing exagerado, fueron la serie de actores y cantantes que se subieron al carro del Me Too, fue Dua Lipa con su pegadiza canción, fue Mattel… En definitiva, fue Hollywood. Supongo que la necesidad de un éxito de taquilla después de la pandemia y la necesidad del gigante Mattel de limpiar la imagen de su famosa muñeca finalmente ganaron la partida a Greta Gerwig. Esperemos que sea una muerte pasajera y que Greta sea capaz de reconciliarse con su Virginia Wolf interior en un futuro más próximo que lejano.

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