"El límite es la Constitución", "todo es posible en el marco de la Constitución"... Frases como estas las escuchamos de la boca de Pedro Sánchez, de Yolanda Díaz y de muchos otros. Pero para algunos la Constitución es como los principios en política, hay que defenderlos hasta que sean útiles. Después, se cambian y se ponen otros.

La Constitución española se ha modificado dos veces, ¿por qué no cambiarla una vez más? Además, es muy fácil. Simplemente hay que copiar algunas frases de la Constitución boliviana y el juego está hecho. Veamos: "Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías."

¿Lo ven? Pedro lo tiene fácil. Cambia Bolivia por España y le añade monárquico (para no modificar todo de una sola vez) y ya está. Ya habrá otra ocasión en los próximos cuatro años para cambiar lo del rey. Es más, como habrá varios países juntos, pero no revueltos (vascos, andaluces, canarios, gallegos, catalanes, castellanos, extremeños, aragoneses y hasta vallecanos, de Vallecas con el Tío Raimundo), Hispania volverá a ser un imperio y el rey será su emperador.

Hasta los independentistas estarían dispuestos a llamarle emperador, como a Napoleón antes de su viaje a Santa Helena (aunque exijan que se le dé al rey el billete de ida a la isla, para después).

Dicen de Dios, cuando hablamos de la creación del mundo y sus maravillas , "lo quiso, lo pudo y lo hizo".

Pedro Sánchez, sin pretender ser Dios, quiere imitarlo en la lucha por quedarse en el Gobierno. Ya tiene el punto número uno: lo quiere (y mucho), está trabajando para el número dos: modificar la Constitución, perdonar a  Puidgemont,  sacar  a los presos de ETA de las cárceles... ¿Podrá? Para el tercer punto tiene cuatro años.

O tempora, o mores.

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