Cuanto más dulce el bocado del amor, más amargo el veneno del desamor

Rosas marchitas.

El amor y el terror son dos sentimientos aparentemente muy lejanos y parecería que incompatibles. Nada más lejos de la realidad, en ciertas ocasiones. Cuanto más te dejes llevar por el primero, más guerrero podría venir el segundo. Pero ocurre sin duda que el terror tiene una parte romántica, atractiva, incluso sensual. En lo decadente, en lo prohibido y en la perdición hay un morbo que puede embelesar, y es que a veces podemos confundir amor con seducción o pasión.

Los hubo que se dejaron seducir por unas curvas, una bonita cara angelical y un estilo de vida rebelde, al límite, hasta tóxico porque pensaron que podían controlar las emociones que sentirían ante tal erotismo. Y al final se convirtieron en rehenes del de las personas que lo provocaban. Por su exotismo, su inteligencia y su rebeldía. Mientras, algunas de estas personas, conocedoras de la atracción que incitaban, utilizaban dicho amor en beneficio propio de forma inmisericorde, aprovechándose de las debilidades del otro, alejándolos de sus seres queridos y destruyendo al encandilado si hiciera falta. ¿Puede haber algo más terrorífico que eso?, quizás piensen que no, pero lo hay.

Hay casos en los que tener el amor correspondido más profundo y bello podría ser posteriormente una de las razones para entrar en el pánico más horrible e ineludible. Peor aún que el argumento de una de las mejores películas de terror de Alfred Hitchcock.

Cuando has saboreado la mieles de la felicidad con la persona amada, cuando desde los más mínimos detalles hasta la superación de los momentos difíciles eran momentos dignos de ser vividos, cuando sabes que en el mundo nadie te va a compreder como esa persona, que difícilmente alguien va a luchar por tí como ese amor lo hizo y crees que nadie te va amar como esa persona te ama; entonces si piensas, crees o sabes que ya no estarás más con el ser amado, es cuando entras en uno de los pánicos, terrores o miserias humanas más grandes que se pueden vivir en este mundo, y me refiero a la fría, oscura y triste soledad del desamor por ausencia.