Aprendí lo que era un sociólogo con Amando de Miguel. Creo que fue el primero que popularizó su profesión poniendo un gesto afable entre estadísticas y medianas. Era el sociólogo más conocido de España que, con su Sociología del franquismo dió entrada como bestseller divulgativo a la explicación de esa época tan compleja. De una forma pionera, anticipándose a muchas tesis posteriores siendo texto de referencia y estudio.

Me comentaba que en sus inicios había puesto en el portal de su casa un cartel en el que se anunciaba como "Sociólogo" y que la gente le preguntaba qué era eso. Amando no inventó su profesión pero la llevó un paso adelante.

Unía a su trabajo la vocación de "letraherido", concepto depredador y tremendista que hace del amor a la literatura el instrumento más eficiente de la captación de la realidad.

Nos conocimos personalmente en esa faceta. Entre Camelot -su castillo- bajaba al Gijón -nuestro café- para desarrollar esas tertulias donde nuestro tema fetiche se hacía carne: España. Esa palabra que encierra el enigma vital e indescifrable que intentábamos entender en esas tardes de Madrid. Como unos tipos del 98, disfrutamos de sus conclusiones en esta última etapa de su vida. Yo venía de Irlanda y me explicó, desde la sociología y literatura la evolución de una España que amaba y nos dolía.



Su generosidad le hizo escribir dos prólogos a mis libros que, desgraciadamente, no pudimos presentar entre pandemias y problemas de salud. Desde Amores septuagenarios a El cambio que viene, pasando por su Don Quijote, recorrimos una etapa final que he tenido el lujo de disfrutar. Nos deja una amplia producción de novelas, ensayos, y tres artículos por semana que llegaban regularmente a mi email. El último llegó hace muy poco, donde, en una nota escueta escribía, "esto es el final".



Así con las botas puestas, caen los letraheridos.

Muchas gracias, Amando. Dios te bendiga.

Colabora con el blog

Forma parte de los contenidos del Blog del Suscriptor
Escribir un artículo