La mano de Erasmo de Rotterdam dibujada por Hans Holbein.

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Filosofía de las manos

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En el pensamiento filosófico del siglo XX se suele considerar a Heidegger como el filósofo más influyente en el mundo académico por su nueva forma de pensar, la cual chocó de modo potente, tanto frente a Husserl, como frente al positivismo de influencia anglosajona de Bertrand Russell o de Wittgenstein.

El motivo es que en su famosa e influyente obra Ser y tiempo proponía una superación del tradicional idealismo de la Conciencia Trascendental, todavía defendida por Husserl. Heidegger empezaba su descripción fenomenológica del hombre, entendido como un Dasein, como un Ser-ahí, caracterizándolo por su relación primordialmente manual con el mundo. Con ello llevaba a la práctica la tesis avanzada ya por el vitalismo de Bergson por la que el Homo sapiens presuponía el Homo faber, el hombre fabricador, con sus manos, de instrumentos. Allí residía el origen más próximo de nuestra inteligencia. Por eso Heidegger empieza a hablar de las cosas del mundo que nos rodea como cosas "a la mano" (Zuhandenheit) frente al todavía idealista Husserl que las entendía originariamente como "cosas ante los ojos" (Vorhandenheit).

También Descartes, al que volvía a actualizar Husserl en sus famosas Meditaciones cartesianas, partía de las "cosas ante los ojos" sospechando que podían ser engaños de nuestros sentidos. Pero, según estos análisis heideggerianos, habría que partir un momento antes del que partía el propio Descartes, situando al propio ser humano como un ser-ahí (Dasein), como un ser vivo dado en un medio o circunstancia al que está adaptado, un Ser-en el-mundo, dado en un mundo práctico que está previamente "a mano", antes que meramente como algo sometido a la inspección de una "mente" tal como empieza la indagación cartesiana. Por ello Heidegger, como también hacía el racio-vitalismo de Ortega, propone partir de un momento anterior pre-mental o pre-reflexivo, planteando la situación inicial de un ser vivo, dotado de un cuerpo, y que está ya en un mundo, rodeado por unas circunstancias que le apremian. Su punto de partida es diferente del cartesiano, pues está dado in medias res, en un ser que ya existe de algún modo, ocupado con las cosas o enseres que están primordialmente manejados por las manos, aunque con el auxilio o ayuda de la vista y otras partes del cuerpo.

Solo con ver o contemplar los objetos no podríamos sobrevivir ya que necesitamos manipularlos para poder vencerlos como obstáculos o beneficiarnos de ellos como bienes necesarios para nuestra existencia. Por ello, el supuesto que se abre camino con Heidegger y Ortega es partir de la vida humana como dada en relación inseparable con un mundo que nos rodea y con el cual interactuamos de muchas maneras, pero de modo especial de una que había permanecido como olvidada o marginada en la explicación de nuestra inteligencia, por suponerla como algo meramente auxiliar, la acción manual. Como he desarrollado más ampliamente en mi libro Filosofía de las manos (2023), esta  es la auténtica existencia radical y positivamente dada, no meramente conceptual o pensada, de que debemos partir en nuestra indagación por el fundamento o primer principio filosófico en nuestra explicación del mundo y de nuestra existencia. Un principio que no es ya un principio meramente lógico-formal, sino lógico-vital, en tanto que se nos aparece encarnado materialmente en nuestras propias acciones corporales más primordiales.

Por ello, hay que extraer los fundamentos filosóficos con los que tratamos de entender y controlar el mundo, no ya de nuestra mente o pensamiento, como hace el idealismo desde Descartes a Husserl, sino de las necesidades que nos impone por ello el vivir cotidiano, de todos los días, con sus rutinas y con sus problemas y oscuridades, las cuales, como un horizonte de tinieblas, rodean siempre y en último término a nuestras vidas cotidianas. Hay que transformar, como dice Ortega en El tema de nuestro tiempo, la razón pura en razón vital. Pienso porque existo, dice Ortega con el Unamuno de Del sentimiento trágico de la vida (1914), en vez de pienso luego existo. Pienso porque con mis manipulaciones me adapto y sobrevivo, decimos nosotros. Pues, la forma pre-reflexiva principal de la inteligencia humana, como hoy está probado por la Paleoantropología evolucionista, es el manipular (ver Frank R. Wilson, La mano. De cómo su uso configura el cerebro, el lenguaje y la cultura humana, 2002, Julián Velarde, La mano humana, 2023).

Esa misma lógica de las manipulaciones la utilizamos también para manipular los sonidos con los músculos de la glotis, produciendo señales acústicas, gritos primero, y palabras después, que nos permiten representar las cosas en su ausencia. Pensar con símbolos o palabras sigue siendo en el fondo algo similar a maniobrar. Luego, en el fondo, "pensar es maniobrar" o "existo porque maniobro", serían los lemas de esta nueva filosofía de las manos.

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