Sánchez gobernará, pero poco

El líder del PP y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, durante la primera sesión del debate de investidura del líder del PP. Eduardo Parra Europa Press

Todo parece indicar que, tras los preceptivos tira y aflojas característicos de cualquier negociación política, Pedro Sánchez logrará ser investido presidente del Gobierno. No en vano, la alegría desbordaba las caras de Ferraz en la noche electoral. Los resultados habrían mostrado que "los que quieren que España avance" resultaron finalmente ser más que aquellos que no, lo cual justificaría la reedición, no ya de "un Gobierno Frankestein", sino su conversión en una suerte de versión 2023 remasterizada de "Los inhumanos". Y aunque incluir, como hace Sánchez, dentro de la coalición de "los que quieren que España avance" a formaciones que no ocultan su objetivo de hacerla más chiquita, bien pudiera parecer un rocambolesco ejercicio de voluntarismo político, la realidad es que los números parecen salirle. Y ello, a pesar de que la composición del Congreso de los Diputados arroje una clara mayoría absoluta de las formaciones del bloque de la derecha. 

Que una cámara ideológicamente conservadora acabe otorgando la confianza a un Gobierno de izquierdas, sólo puede deberse a las características propias del sistema político español, las mismas que el PSOE lleva aprovechando estratégicamente desde la moción de censura de 2018. En España, el sistema de partidos se estructura en torno a dos dimensiones: la ideológica y la territorial. Los partidos no sólo se distribuyen (y compiten) a lo largo del eje izquierda-derecha, sino que también lo hacen en torno a la línea de fractura territorial, desde posiciones más centralistas hacia otras más descentralizadoras. Y esta segunda fractura, que habría ido ganando en importancia conforme la situación económica se alejaba de los momentos más duros de la crisis de 2008, explicaría cómo dos formaciones de centroderecha (Junts y PNV) tienden a optar por un Gobierno de izquierda en lugar de por otro de su mismo color político. La defensa del statu quo autonómico que preconiza el PP, y no digamos las ansias recentralizadoras de Vox, parecen impedir, a modo de brecha insalvable, que una mayoría parlamentaria del centro derecha se traduzca en un Gobierno en consonancia. Esto lo sabe el PSOE, y lo aprovecha.

Pero lo que puede parecer una fortaleza estratégica de Sánchez, tal vez se convierta en su mayor debilidad. Dada la aritmética parlamentaria, el socialista va a necesitar de formaciones conservadoras para aprobar leyes. Y máxime cuando el PP disfruta de mayoría absoluta en el Senado. Tal extremo, junto a lo variopinto (en ideología e intereses) de los integrantes de la coalición de Sánchez, se convierte en la mayor baza estratégica de los populares. Bien vía enmienda o veto por la segunda cámara, o bien mediante el ejercicio de la proposición de ley, Feijóo puede marcar el paso de la agenda política y, primando la dimensión ideológica sobre la territorial, lograr componer una coalición alternativa de cariz conservador

¿Alguien puede imaginarse al PNV o a Junts oponiéndose a una proposición del PP para perseguir la ocupación ilegal de viviendas? ¿O votando en contra de un tratamiento fiscal más favorable a autónomos y empresas? El temor al coste electoral de identificarse con las medidas más izquierdistas de un hipotético Gobierno de Sánchez puede compensar el inicial repelús de los de Ortuzar a aparecer en la foto junto a Feijóo. Y más, cuando unos comicios vascos aparecen a la vista. No en vano, un PP de Euskadi renovado, en mensajes y caras, y posicionado en pro de los fueros, podría hacerles pupa. Algo poco recomendable cuando uno siente el aliento de Bildu en el cogote.

Por el lado de Junts, la necesidad de marcar diferencias con ERC y su gestión al frente de la Generalitat, puede jugar en favor de una mayor relevancia de lo ideológico en la competición electoral catalana, lo que podría ayudar a los planes de Feijóo. En definitiva, ya sea como resultado de la acción estratégica del PP o de la dificultad de Sánchez para sacar adelante sus iniciativas, no parece probable que el próximo Gobierno vaya a vestirse con el mismo traje de inspiración izquierdista de la legislatura anterior. Y no sé si este look centrista será muy del agrado de los socios de Sumar, diputados "troyanos" de Podemos incluidos.

De esta forma, una combinación estratégica de las dimensiones ideológica y territorial, orientada a potenciar las contradicciones internas de la coalición gubernamental, puede permitir al PP el control de la agenda legislativa. El contexto político venidero puede ayudar. Europa cerrará la "barra libre presupuestaria", y los rigores del control del déficit producirán sus inherentes tensiones distributivas. Los nubarrones que se atisban en la economía jugarán a favor de una mayor relevancia de lo económico en la contienda electoral. Hay elecciones vascas y catalanas a la vista, lo que favorecerá los distanciamientos en el seno de los nacionalismos. Sánchez probablemente será presidente, pero a lo mejor resulta que nos gobierna Feijóo.