"El Partido les ha enseñado a todos ustedes a ser astutos, y todo aquel que se vuelve demasiado astuto pierde la decencia." (El Cero y el Infinito, Arthur Koestler, 1940).

El problema que se percibe en el PSOE es que, en los últimos años, ha cambiado el modo de nutrir la membresía del Partido. El PSOE ha pasado de extenderse mediante la afiliación al partido a estabularse a través de la filiación a un líder. Filiación y afiliación son términos que, en sociología, se utilizan para describir diferentes aspectos de las relaciones y conexiones sociales.

Afiliarse es apuntarse a y participar en la actividad de una organización manifestando adhesión a los principios y fines comunes y colaborando en su desarrollo, crecimiento y cambios. Generalmente la afiliación produce derechos y obligaciones que, dependiendo del carácter de la organización, pueden ser sólo de orden económico o de más extenso espectro. La afiliación es un acto libre y reversible.

La filiación, considerada estrictamente, se refiere a las relaciones de parentesco o linaje en una sociedad, basadas en vínculos biológicos o legales entre individuos, como padres e hijos, abuelos y nietos, hermanos, etcétera. Por extensión, se usa también para describir las relaciones que se establecen entre miembros de agrupaciones en las que un liderazgo fuerte debilita las funciones estructurales intermedias. La filiación es una condición relacional y no reversible (salvo con intervención o mediación legal).

En la historia política de muchos países se ha producido este fenómeno de dependencia filial de un líder que se impone hasta extremos inconcebibles. Ahí tenemos a Fidel Castro en Cuba –"El Comandante"—, a Kemal Atatürk en Turquía –Atatürk significa "padre de los Turcos"—, Juan Domingo Perón en Argentina –"El General"—, varios más en los países de Occidente y muchos y más recientes en África, como Nkrumah en Ghana ("Osagyefo" = "El Redentor") o Nyerere en Tanzania ("Mwalimu" = "El Maestro").

En el extremo de esta figura, el Partido Comunista de José Stalin –a menudo llamado "Padrecito", poniendo de manifiesto el máximo grado de la filiación política a la que hacemos referencia— se convierte en el arquetipo de la metamorfosis de las organizaciones que pasan de la afiliación a la filiación como nutriente de la membresía.

Arthur Koestler, en su novela El Cero y el Infinito (1940) relata cómo pueden acabar las entidades que inician este camino: Rubashov, el protagonista, un alto funcionario del partido, es víctima de una purga política y es arrestado por una traición que no ha cometido. La historia se centra en su resignación y aceptación de la culpa mientras enfrenta el juicio y su condena a muerte asumiendo sumisamente el castigo.

La filiación es la enfermedad de las sectas que obedecen a un "amado líder" y es un comportamiento contagioso y pandémico bien descrito recientemente por Bárbara Demick (Querido líder, la vida cotidiana en Corea del Norte, 2009) o más cerca de nosotros, ahí en Argentina y en 2021, por Diego Fonseca (Amado líder, el universo político detrás de un caudillo populista).

Los hijos de Sánchez es un libro del antropólogo Óscar Lewis (FCE, 1965) que desató la irritación de ciertos círculos mexicanos al sacar a la luz la situación de personas que vivían en extrema pobreza en Tepoztlán, México. Aunque me ha inspirado el título de este artículo, el contenido de ambos textos no puede ser más divergente. En nuestro caso hay pobreza, pero es moral; hay violencia, pero es institucional y verbal; hay pautas desasosegantes, pero son cínicas.

Si el "padrecito" Stalin es el arquetipo del líder autoritario por el que los Rubashov de este mundo son capaces de dar la vida, de entre los hijos de Sánchez, Francisco Javier López Álvarez, alias Patxi López, es por su parte el prototipo de la filiación voluntaria. Alguien que fue lehendakari ¿cómo puede haber caído tan bajo? Es aquel al que, ya "viéndole venir", alguien que podía le dijo: "Haréis cosas que nos helarán la sangre". Y en ello está.

En un tema como éste no es posible dejar de citar a Étienne de la Boétie (s.XVI) que en su Discurso de la servidumbre voluntaria generaliza la tendencia a la sumisión de los gobernados, abogando sin mucha esperanza por la superación de la apatía, el conformismo y el miedo mediante la desobediencia civil. Pero es posible que ésta llegue tarde en nuestro caso, como ha sucedido muchas veces.

"Dice Vd., querido lector, que exagero. Es posible, pero –por favor—pregúntele Vd. a su vecino venezolano –ese que llegó en los últimos años—como empezaron las cosas "por allá".

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