Fernando Savater, Andrés Trapiello y Francisco Igea.

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La Tercera España

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La democracia se basa en el gobierno de las mayorías. Las mayorías electorales se traducen en la representación parlamentaria que es la que permite configurar los gobiernos. Dicha mayoría puede ser absoluta cuando un solo partido o una coalición alcanza un número suficiente de diputados para imponer su voluntad legislativa y ejecutiva sin necesidad de contar con el resto de los partidos que han quedado en minoría. Pero pueden darse otras situaciones en las que el voto popular se encuentre polarizado en dos grandes partidos los cuales concentran un voto de tendencia opuesta y muy alejado de un resto de pequeños partidos que representan a sectores políticos minoritarios. En España y en otros países suele ser la tendencia dominante, aunque por un momento, con la irrupción de Podemos, pareciese que se iba a quebrar el denominado bipartidismo imperfecto del turno en el gobierno en las últimas décadas del PSOE y PP.

El poder electoral de ambos partidos se mantuvo, sin embargo, tras las últimas elecciones y parece que va a seguir siendo así. El problema que hoy se ha agravado considerablemente y que nos está llevando a una crisis del propio Estado-nación español, con todos los peligros que puede traer, es la necesidad en que se encuentran tales partidos mayoritarios de recurrir al apoyo parlamentario de partidos minoritarios, que se declaran decididamente separatistas. En Inglaterra existe un partido minoritario liberale que se presta a inclinar la balanza del lado laborista o del conservador. En Alemania también ocurre lo mismo, añadiéndose la solución suya específica de la llamada Grosse Koalition para situaciones extremas. Pero en España no parece posible esta última solución por la falta o escasez de lealtad a la nación de ambos grandes partidos, además de por el fracaso reiterado en la creación y mantenimiento sostenido de un partido liberal capaz de funcionar de bisagra moderadora.

Recientemente, tras la práctica desaparición de Ciudadanos del panorama político, se ha propuesto por alguno de sus integrantes la creación de un nuevo partido bajo la previa presentación de una asociación política denominada La Tercera España. Nos parece una iniciativa sensata, como hemos mantenido en artículos anteriores, tratar de arrebatar a los separatistas y demás grupos extremistas el papel de bisagra política que ocupan desde hace décadas con resultados nefastos para la existencia de la propia España.

Pero lo que nos preocupa es que se vuelva a hacer un partido como imitación española de los partidos socialdemócratas o liberales existentes en otros países europeos. Porque será entonces más de lo mismo que ya se intentó antes con Ciudadanos y demás. Pues si se alude a la Tercera España, la España de los intelectuales y filósofos como Ortega, Marañón, etcétera, que brilló en la primera mitad del siglo XX, deberían tratar de incorporar primero la filosofía política que tales figuras, como Ortega, el más influyente en tal materia,  trataban de inculcar en la cultura española y en sus posibles seguidores políticos. Estudiar y recuperar su propuesta de la España Autonómica, hoy enteramente tergiversada, su nuevo tipo de liberalismo, etcétera.

Deberían tener claro, además, que tal partido no podría ser nunca un partido de masas que compitiese con PP o PSOE, sino que debe ser un partido integrado por "minorías egregias", como las denominaba Ortega, suficientes al menos para impulsar una potente bisagra que corrija, con la discusión racional y sabiamente documentada, los excesos a los que tienden necesariamente los actuales partidos de masas, debido a la ignorancia de un electorado menos culto e informado y más propenso a caer en manos de demagogos.

El error de Rivera con Ciudadanos fue creer que podía sustituir al PP como otro gran partido de masas. Pero también incurría en el error de no contar con una sólida base filosófica. Creemos que el nuevo partido que se pretende crear, como representante político de la llamada Tercera España, no recoge tampoco la necesidad de partir de nuestra más influyente tradición filosófica liberal. Algo sospechan cuando buscan la firma de representantes filosóficos actuales como Fernando Savater.

No obstante, su iniciativa nos parece interesante porque han levantado la liebre al situar la clave política que nos permita reorientar la política española, en la necesidad de un partido bisagra de nuevo cuño. Y ello tras el fracaso de la radicalización totalitaria de la izquierda por el impacto de Podemos, ideología que es difícil que triunfe democráticamente debido al poso de "buen sentido" que suele caracterizar al español medio en los momentos críticos. Pero también por el freno electoral de Vox y sus dificultades con el PP en asuntos claves. Otra cosa es que los nuevos defensores de La Tercera España, tras levantar la liebre, sean capaces de cazarla. Les deseamos suerte.

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