En defensa de los derechos de la mujer ha proliferado una gran diversidad de corrientes feministas, la mayoría de las cuales, a excepción del feminismo liberal, tienen el nexo común un yugo de autoritarismo: feminismo marxista (incluso en su nueva versión socialcomunista), ecofeminismo, feminismo católico, queer…, o incluso el feminismo cannabis.
El feminismo liberal parte de una doctrina anti-normativa, todo lo contrario de la nueva ola déspota del feminismo socialcomunista, que impone roles y espacios sociales a las mujeres en función de su ideología marxista, por ejemplo, criminalizando y despreciando a la mujer que decide asumir el rol de madre y ama de casa; o, entendiendo cualquier representación explícita del sexo como violencia contra la mujer. Una lucha legítima contra la violencia y los delitos sexuales se les ha ido de la mano criminalizando la heterosexualidad y la reproducción. Para aquella ministra de Igualdad, una mujer debe defender su identidad y libertad "volviendo a casa sola y borracha" o, en caso contrario, no encajas en ese nuevo club social del feminismo VIP.
El feminismo liberal parte del respeto individual hacia la persona, independientemente de su género. Se aleja sí del enfrentamiento social generado por la ideología de género. Como ya indicaba Gayle Rubin (1975) el sistema sexo/género es "el conjunto de acuerdos mediante los cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana", unos acuerdos sociales que mediante los cuales se están construyendo desde el Estado unas percepciones de género que oprime a la persona en su propia identidad percibida. Solamente en la medida en que el feminismo se distancie de los conceptos de género "hombre" y "mujer" como productos de enfrentamientos de poder, comenzarán a respetarse los derechos de las personas en una sociedad civil abierta y libre.
La ideología de género como sistema de pensamiento de carácter filosófico ha mutado hacia una óptica de opresión de género impuesta desde el Estado, pretendiendo perpetuar las diferencias entre varón y mujer bajo el monopolio de la fuerza y la violencia. Estamos viendo como cada vez más el Estado interviene en numerosos aspectos de la vida privada de los individuos, mucho más allá de lo estrictamente necesario y en unas dimensiones en la que la vida personal de los individuos se está viendo avasallada por el poder público al estilo de cualquier dictadura.
El feminismo liberal parte de una doctrina anti-normativa, todo lo contrario de la nueva ola déspota del feminismo socialcomunista, que impone roles y espacios sociales a las mujeres en función de su ideología marxista, por ejemplo, criminalizando y despreciando a la mujer que decide asumir el rol de madre y ama de casa; o, entendiendo cualquier representación explícita del sexo como violencia contra la mujer. Una lucha legítima contra la violencia y los delitos sexuales se les ha ido de la mano criminalizando la heterosexualidad y la reproducción. Para aquella ministra de Igualdad, una mujer debe defender su identidad y libertad "volviendo a casa sola y borracha" o, en caso contrario, no encajas en ese nuevo club social del feminismo VIP.
El feminismo liberal parte del respeto individual hacia la persona, independientemente de su género. Se aleja sí del enfrentamiento social generado por la ideología de género. Como ya indicaba Gayle Rubin (1975) el sistema sexo/género es "el conjunto de acuerdos mediante los cuales una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana", unos acuerdos sociales que mediante los cuales se están construyendo desde el Estado unas percepciones de género que oprime a la persona en su propia identidad percibida. Solamente en la medida en que el feminismo se distancie de los conceptos de género "hombre" y "mujer" como productos de enfrentamientos de poder, comenzarán a respetarse los derechos de las personas en una sociedad civil abierta y libre.
La ideología de género como sistema de pensamiento de carácter filosófico ha mutado hacia una óptica de opresión de género impuesta desde el Estado, pretendiendo perpetuar las diferencias entre varón y mujer bajo el monopolio de la fuerza y la violencia. Estamos viendo como cada vez más el Estado interviene en numerosos aspectos de la vida privada de los individuos, mucho más allá de lo estrictamente necesario y en unas dimensiones en la que la vida personal de los individuos se está viendo avasallada por el poder público al estilo de cualquier dictadura.
Veamos un ejemplo, en el ámbito educativo, los funcionarios docentes se han convertido en comisarios políticos del régimen, prácticamente con el mismo estilo que los profesores de la escuela franquista. Sin ir más lejos, mi hijo cursó cuarto de la ESO durante el año académico 2020/21 en el Instituto de Educación Secundaria Andrés de Vandelvira de Albacete. En la asignatura Lengua Castellana y Literatura se le impone la lectura de un libro de Amy Levy, cuyos méritos más que literarios fueros ser una activista socialista, judía, homosexual y feminista. Es decir, ya no se estudian a escritores por sus méritos literarios, si no por los valores que el Estado nos quiere imponer, adoctrinando a nuestros hijos desde pequeños.
La autora más representativa del feminismo liberal, Betty Friedan, denunció que la subordinación y opresión que históricamente han experimentado las mujeres tienen que ver con restricciones legales que ya desde el Estado limitaba el acceso de la mujer al espacio público. Ante lo cual, se van ofreciendo opciones reformistas, como la conquista por parte de las mujeres del sufragio universal, cuya principal impulsora en España fue la feminista liberal Clara Campoamor.
Nuestra realidad actual es que en nombre de la defensa de los derechos de la mujer se ha engendrado una élite clasista y parasitaria compuesta principalmente por mujeres, convertida en el brazo armado ideológico del intervencionismo estatal socialcomunista. La ideología marxista de "lucha de clases" se ha trasladado a nuestra vida cotidiana como una nueva "lucha de géneros", ya no solo en entre hombre-mujer, sino también incluso entre las propias mujeres, imponiéndose discriminación positiva favorable a mujeres trans frente a mujeres cis. El nuevo feminismo trata de forma patriarcal a la mujer, pues ésta debe esperar de las comisarias neofeministas el consentimiento sobre lo que es válido en su nuevo rol social impuesto por el Estado.
El potencial revolucionario del feminismo liberal radica en su planteamiento de acabar con toda forma de sexismo. La justicia social requiere la igualdad de oportunidades y la misma consideración para todos los individuos independientemente del sexo.
Nuestra realidad actual es que en nombre de la defensa de los derechos de la mujer se ha engendrado una élite clasista y parasitaria compuesta principalmente por mujeres, convertida en el brazo armado ideológico del intervencionismo estatal socialcomunista. La ideología marxista de "lucha de clases" se ha trasladado a nuestra vida cotidiana como una nueva "lucha de géneros", ya no solo en entre hombre-mujer, sino también incluso entre las propias mujeres, imponiéndose discriminación positiva favorable a mujeres trans frente a mujeres cis. El nuevo feminismo trata de forma patriarcal a la mujer, pues ésta debe esperar de las comisarias neofeministas el consentimiento sobre lo que es válido en su nuevo rol social impuesto por el Estado.
El potencial revolucionario del feminismo liberal radica en su planteamiento de acabar con toda forma de sexismo. La justicia social requiere la igualdad de oportunidades y la misma consideración para todos los individuos independientemente del sexo.