El poder lleva a la corrupción. Ha habido en España desde el inicio de la Transición cambios en la ideología del poder debido a corruptelas, y esto se ha dado casi siempre para finalizar con regímenes en los que se empezaba a pudrir la democracia, porque el español es demócrata y tiene este sentido bien aprendido desde que la Guerra Civil nos dividiera en bandos y hubo muerte entre hermanos.

Los regímenes siempre han acabado cayendo. Sin ir más lejos, en el siglo XX cayó el franquismo con el esfuerzo de la Transición de todos, de la izquierda silenciada durante años y de una derecha cansada del dictador con la boca también cerrada.

También en aquel siglo el socialismo, tras la caída de la UCD con un "puedo prometer y prometo" de un Adolfo Suárez lleno de valentía en el golpe de Tejero, llegó al poder con las fuerzas de la izquierda crítica. Y es que en España esta izquierda liberal es la que ha hecho caer a la perpetuación de líderes que empezaban a acabar con la limpieza de la democracia. Hizo falta el caso Filesa y los GAL para que el felipismo diera paso a los conservadores de Aznar.

Esta izquierda crítica está empezando a despertar en España. Basta ver que en Galicia el PP ha mantenido la mayoría absoluta, la izquierda radical ha dado sus votos al independentismo, la izquierda radical dio su voto a Pedro Sánchez tras la caída de Rajoy después de una moción de censura por la judicialización de la corrupción del PP.

Rajoy nunca fue el representante de un régimen, no hubo un régimen conservador, hubo una corrupción infinita que atentó contra la democracia. Salió Pedro Sánchez como un ave Fénix y consiguió el voto critico de la izquierda.

Pues bien, Pedro Sánchez es el líder de un nuevo régimen y se puede usar esta palabra ya que con el poder que le ha dado las urnas está destruyendo la democracia de España. Y el español esto es algo que no va a consentir, porque aún en muchas familias de la izquierda existe el recuerdo de la fragmentación de la sociedad española, y así la Transición sirve de salvaguardia para proteger la democracia.

Y justamente la memoria histórica, con su pretensión de hacer justicia, nos ha separado más, ha puesto en disputa a las familias, que son el núcleo de la sociedad española. La familia en todas sus formas en este siglo avanzado XXI. Pero cuando se estresan tanto como para olvidar la superación de los españoles, dejamos la pelea atrás.

El sanchismo está llegando a su fin, como cayó el socialismo en el feudo andaluz. El feudo nacional se está tambaleando con porteros de discoteca y dinero en negro, la punta del iceberg del feudalismo, que no es más que una consecuencia barata de todo lo habido desde que Pedro Sánchez gobernara España.

Este feudalismo no permitirá elecciones anticipadas, pero esto fortalecerá aún más a la izquierda critica que dejará caer sus votos en el lado del PP. Pero esto no será suficiente si un Feijóo poco carismático y metepatas con Junts no es capaz de aglutinar el voto de Vox, de unir el voto de la derecha como hizo Aznar.

Aquí es donde se verá si la derecha tampoco quiere que el régimen sanchista se perpetúe en el poder. Los que quieran, que salven nuestra democracia. Algo que seguro sucederá.

Estará por ver si el futuro gobierno del PP vuelve por nuevos cambios ideológicos por corruptelas. La gran pena es que la izquierda crítica vota enfadada con su propia ideología y no por la búsqueda de políticas liberales. Así no habrá nunca la suficiente cohesión de la sociedad. La democracia permite cambiar políticas sean de la ideología que sean, pero no basta con ser críticos sólo cuando esta está en peligro.

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