Llueve sobre mojado. Tranquilo, estimado lector, no le voy a hablar del calentamiento global, que no del cambio climático.

Hoy me dedicaré a lo que podemos llamar gestión comparada. El reciente caso del cortatroncos de Huarte, nos facilita el relato explicativo. Y es que, entre la gestión empresarial y la gestión político-administrativa, o debiera decir entre la gestión privada y la pública hay grandes diferencias.

No ya en el control del déficit y del gasto. A la Administración no le preocupa endeudarse, ya pagarán los ciudadanos y sus descendientes. Y siempre se pueden subir los impuestos. O jugar con el porcentaje del IVA. No sé si han dado cuenta que la luz (su IVA, mejor dicho), aunque un bien de uso necesario en nuestra sociedad, lo pagamos como si fuera un artículo de lujo, al 21%.

Tampoco en la temporalidad, donde el sector público incumple lo que legisla. La ansiada estabilización se ha convertido para muchas personas en un contrato lenteja, las comes o las dejas. Si las comes, es muy posible que consigas una plaza de jornada reducida y peor sueldo; si las dejas, te quedarás sin trabajo.

Y ahora demuestra su ineficiencia e inoperancia en la velocidad de reacción y en la aplicación de acciones correctoras ante desvíos, errores y corrupciones que se repiten en el tiempo y en la geografía. Ya sabemos que el poder corrompe. Lo que llama la atención y pone los pelos como escarpias, es la continua y permanente reiteración y la falta de adopción de medidas correctoras. Emparejada a la falta de asumir responsabilidades y rendir cuentas.

Ante los casos de corrupción, la gestión empresarial ha tomado acciones correctoras inmediatamente, sanciona y llega a prescindir laboralmente de los responsables. Si bien es cierto que algunos salen de las organizaciones con suculentas indemnizaciones, pero marcados ya de por vida y sin horizonte profesional e incluso pendientes de la ciega justicia.

Ejemplo: el Dieselgate y los casos de acoso laboral y de abusos sexuales. Tras ellos, en todas las empresas multinacionales, grandes, medianas e incluso ya pequeñas, se han implantado o se están poniendo en marcha protocolos de transparencia, canales de recepción de denuncia, procedimientos de lo que se llama compliance, que se puede traducir como cumplimiento normativo.

Se refiere al área específica de una compañía que se encarga de identificar, asesorar, monitorear y alertar de los riesgos a la vez de velar por el estricto cumplimiento de la legalidad. Esto, genera nuevos puestos de trabajo cualificados. Y no a dedo.

Por el contrario, en la gestión pública, vemos que la barra libre continua. Igual da el nivel de la administración (municipal, autonómica, estatal) y quién gobierne (los hunos o los hotros, la casta o los nuevos arribistas populacheros, los jacobinos constituyentes o los periféricos secesionistas). Ninguno se libra de tener un caso de corrupción y lo peor es que se repiten constantemente.

Se habla mucho de transparencia y está brilla por su ausencia. En vez de legislar y poner medidas y cortafuegos en la administración y en sus propias organizaciones (partidos y sindicatos). Les gusta activar comisiones de investigación, modernos autos sacramentales, que no llegan a ninguna parte, pues enfangan, perturban y enlentecen las investigaciones judiciales y policiales, con el exclusivo objetivo de polarizar aún más a la sociedad, buscando la paja ajena.

Los secretarios de desorganización de los partidos no han aprendido nada, del historial de casos de corrupción de uno y otro lado, y de sus múltiples tramas y ramificaciones.

Cada vez, si cabe, el rizo es mayor. El último, la Koldosfera a cuenta de la salud de la población, y especialmente de los sanitarios y fuerzas de seguridad, cuando el pueblo español estaba cautivo, desarmado anímica y moralmente, confinado en su domicilio y para colmo secuestrado informativamente ante la caja tonta que vertía propaganda gubernamental.

¿Qué me dice de lo que pasa en la Comunidad Valenciana (Ábalos en el PSOE y Camps y compañía en PP)? ¿Y en la Comunidad Foral de Navarra con el PSN-PSOE? Roldán, Otano y Urralburu antes, y ahora Koldo y lo que pueda ir saliendo.

Parece que Cerdán, Chivite, Alzorriz y Remírez hicieron borota el día del procedimiento de acciones correctoras, tampoco pidieron los apuntes, no caía en el examen. Si no saben gestionar su casa (partido), ¿cómo nos podemos fiar de ellos para dirigir la común (sociedad)?

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