Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. Eduardo Parra / Europa Press

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Desde la fachosfera con amor

María Luz Simón
Publicada

Crecí, en aquella España del tardofranquismo, con el convencimiento de que Franco había ganado una batalla contra "el mal" pero que, con esa victoria, había aprovechado para atribuirse el poder de Dios en la tierra y, con ello, la capacidad de designar quién podía gozar de libertad o quién era digno de estar vivo.

Todo ello lo viví oyendo, incluso en TV, voces críticas a ese exceso de poder; observando bajo mi ventana a los estudiantes huyendo de "los grises"; escuchando el silencio de mi ciudad cuando cerraron la Universidad; escondiéndome bajo las sábanas por el miedo a pensar diferente a los designios del dictador.

Pero también viví aquellos primeros 11 años de mi vida en un país lleno de música, de color, de alegría, de ilusión por un futuro donde podría ser todo lo que soy ahora porque mi país era una economía que emergió de sus cenizas favoreciendo que la clase trabajadora pudiera ser la clase media, ir a la Universidad, tanto hombres como mujeres y sabía que mis padres me facilitarían todo para que pudiera tener esa oportunidad.

Vivía en un país orgulloso de un pasado glorioso, con millones de hermanos "allende la mar océana" y con un desarrollo sanitario que me llamaba a ser parte de él, con una Administración pública seria y con la perspectiva de una monarquía constitucional que garantizaría mantener lo mejor de aquellos años pero sin la libertad restringida por el poder.

¿Tan difícil es entender que ese es el marco en el que los españoles mayoritariamente soñaron y después votaron estar hace 46 años?

No hace falta restaurar la pena de muerte para sentirse en una dictadura. Las amenazas a jueces y periodistas ya suponen suficiente plan de dictadura en proceso. Vivimos en un mundo donde los niños permanecen más tiempo que nunca en la creencia de los Reyes Magos: no hace falta la violencia para limitar la libertad de expresión. Lo vemos cada día que comparece un ministro y hay periodistas ninguneados, no solo por el ministro en cuestión, también por sus compañeros.

Tenemos que recuperar el centro para no perder nuestro horizonte de españoles creadores de bellos lugares en este rinconcito del Universo que Dios nos ha dejado en un ratito de nuestra existencia.

El centro necesario para integrar cualquier extremo que este dispuesto a construir.

Se pueden aceptar todas las voces menos las que quieren sobresalir sobre el resto del coro. Puede y debe haber buenos solistas, pero el buen coro deber ser una única voz que se dispersa por distintas notas musicales.

Otra Reconquista se hace necesaria recogiendo el alma de los guerreros que nunca dejaron atrás su honor, su valentía y su obstinación por conseguir sus metas.

La libertad es incompatible con la dictadura y el sectarismo que se nos quiere imponer. Y si no quieren ver luchar en las calles con bombas, háganlo en cada casa, cada calle, cada lugar, con palabras claras y rotundas.

Ni fachas, ni rojos: sólo españoles libres.

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