A lo lejos

Jóvenes en una terraza de Palma de Mallorca. Tomàs Moyà Europa Press

Vivo fuera de España desde hace doce años y observo con preocupación algunas cosas. Los siete últimos los he pasado en los Estados Unidos, y cuando alguien joven en España me pregunta dónde vivo, es frecuente que la respuesta sea del tipo: "Yo no podría vivir allí".

Lo curioso es que cuando me pasa eso y les pregunto: ¿has vivido allí?, ¿lo has visitado?, la inmensa mayoría me dice que no, con lo que compruebo que hablan desde un profundo desconocimiento. O peor, desde un inoculado odio a lo americano, inspirado por rancios y trasnochados pensamientos. Lo que también suele ser frecuente es que lleven el reloj, el móvil o la tablet de la manzana, hayan comido hamburguesa o calcen unas zapatillas americanas. ¡Qué tremenda paradoja!

Y cuento esto porque esa misma juventud se queja de bajos salarios, de la dificultad de encontrar casa o de las escasas oportunidades laborales. Sin embargo, piden vacaciones en sus trabajos para las fiestas locales, por supuesto no quieren trabajar los puentes y los jefes son explotadores por pedirles más dedicación en lo que hacen. No me lo han contado. Lo he oído.

Regreso a mi casa ahora en EEUU y veo gente joven solicitando 10 trabajos para que le llamen de dos y poder elegir, trabajando en una cafetería sin necesidad de hacerlo mientras estudian, para tener algo que contar y ganar experiencia, que se esfuerzan por aprender y ser una mejor versión.

Y sí, ya sé. Hay de todo en ambos países. La generalización no es justa. Pero cuando veo esto, y me ha pasado esta misma semana, no puedo dejar de pensar en lo que seríamos como país, con una cultura de meritocracia en la que buscáramos igualar por las corbatas, y no por las alpargatas.

Y que conste que tenemos larga historia y ganada fama de trabajadores y valiosos en el extranjero. Por motivos de trabajo, viajo por México, Chile, Argentina, Colombia, República Dominicana… y en todos ellos hay una profunda huella del español valioso, esmerado y trabajador que fuimos.

Cuando oigo lo que el Estado debe hacer por mí, siempre pienso en Kennedy y su "¿y qué podrías hace tú por tu país?".