El oráculo de Moncloa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en la presentación de la Fundación Avanza. EFE

Ahora resulta que Sánchez se ha convertido en consejero espiritual de Esquerra Republicana de Cataluña. Yo creo que en el PSOE están asustados y no paran de lanzar ocurrencias por si cuela alguna de ellas.

Ante la posibilidad (real) de repetición de las elecciones catalanas y la también posibilidad de que los dos principales partidos independentistas unan sus fuerzas en aras de fortalecer la opción secesionista (posibilidad que siguen persiguiendo y que sólo Sánchez cree que ha desmontado con la ley de amnistía y otras bochornosas medidas ya conocidas), ante el terror de que Salvador Illa se quede por segunda vez con la miel en los labios, ahora advierten/amenazan/asustan a ERC con el argumento de que, si van a las elecciones con Junts, se verán duramente castigados, que perderán su identidad ideológica (¿ahora?), y que se convertirán en dependientes y subordinados del partido de la derecha burguesa catalana.

Si la cosa no fuera tan grave, sería para tener un buen rato de risa a costa de las ocurrencias del inquilino de la Moncloa, que sigue confiando en que cualquier mensaje que lance será bien recibido y aceptado por todos. Sin el más mínimo pudor se atreve a decir a Esquerra que fracasarán y sucumbirán en las peligrosas fauces de Puigdemont si se les ocurre mantenerse fiel a su proyecto independentista y no apoyan a Illa para convertirlo en el jefe de la sucursal de Moncloa en Cataluña. Y eso, después de que Junqueras, Aragonés y Rufián hayan arruinado el proyecto de la formación republicana convirtiéndolo en una permanente sumisión a los intereses de Sánchez, que a su vez se sometió a los intereses de Puigdemont, al que ahora dice que Esquerra le debe hacer ascos.

Se aproxima la relajación propia de la época estival, cuando los cuerpos están fatigados del largo curso y las mentes viajan por espacios irreales en busca de una depuración que desintoxique del cargado y hediondo ambiente vivido. Y ahora, es ahora, cuando ya no estamos para nada, cuando casi todo nos importa un comino, cuando tenemos bajas las defensas, que Sánchez imparte doctrina a los republicanos catalanes, a cuyo hundimiento ha contribuido de forma incuestionable.

Pero no sólo queda ahí la cosa, también tiene preparado un paquete (miedo me da) de medidas para regenerar la democracia. Claro, la regeneración a la que se refiere es la que él concibe, una regeneración que permita acallar las voces discrepantes y hacer que las causas judiciales no afecten a su cuerda. Una regeneración que permita que el Tribunal Constitucional corrija sentencias del Tribunal Supremo, que el Senado sea una Institución de segunda división y que, ante las dificultades que encuentra entre la muy heterogénea corte de aliados, tome la decisión de no presentar propuestas para participación y debate de los legítimos representantes.

Y, como todos los días amanece, antes del crepúsculo, Sánchez pondrá en marcha alguna entrevista en medios afines, algún mensaje en redes sociales y, seguro, un catálogo de eslóganes y chascarrillos de obligado cumplimiento. Y estos serán los instrumentos con los que pretende seguir gobernando España.

Todo esto, absolutamente todo, es posible porque nosotros lo permitimos, los que ostentamos la soberanía y de los que emanan todos los poderes del Estado. Sí Sánchez sí, no del Congreso de los Diputados como dice tu lacayo Bolaños, ni siquiera de las Cortes Generales, la soberanía la tenemos nosotros, los que parece ser que preferimos vivir cabreados antes que poner remedio. Claro que hay otros que, consciente o inconscientemente, renuncian a esa soberanía porque tienen vocación de súbditos y además les va bastante bien.