Opinión

El juicio de la "Vergogna"

Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, en la entrega de las condecoraciones al mérito civil en el Palacio Real.

Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, en la entrega de las condecoraciones al mérito civil en el Palacio Real. EFE

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El morboso paseíllo que Begoña Gómez debía recorrer, impelida por una citación judicial, en calidad de imputada (investigada dicen ahora) finalmente no sucedió. La excedencia solicitada por la suplicante, quien apelaba a su cuestionable "relevancia pública", fue atendida por el juez instructor: ni siquiera se dio la declaración ulterior. La causa principal de la cancelación no fue otra que una negligencia cometida por el magistrado.

¡Anda, que también el despistado juez!

En consecuencia, el togado se vio obligado a aplazar la vista, dando pábulo a los ciegos detractores del proceso, a quienes no les faltó tiempo para pedir su anulación. Parece que el defecto de forma no vale en todos los casos.

A pesar de las falsas expectativas creadas por el apócrifo "cuarto poder" del Estado, todo apuntaba a que el "paseo de la vergüenza" (del que no se libraron en su momento ni la infanta Cristina, ni mucho menos su amado esposo Iñaki Urdangarin) quedaba expedito para la primera dama.

Desde el punto de vista etimológico, el término "paseo" adopta las más diversas acepciones según el contexto: no es lo mismo disfrutar de un corto recorrido (o largo, según el tiempo disponible, que las prisas nunca fueron buenas y son incompatibles con la acción de pasear) o acompañar a alguien con pompa y boato (véase la lentitud y vanagloria con que trasuntan los contrayentes en una ceremonia religiosa) que mandar a paseo a alguien, o dar a alguien el paseo (expresión esta última "muy española y mucho española" como dijese el entonces presidente Rajoy).

En circunstancias dramáticas se dieron los paseos expiatorios de la odiada Mª Antonieta y la ficcional reina Cersei Lannister (este último en la exitosa serie Juego de Tronos). Sin embargo, ninguna de las anteriores acepciones define el paseo que los presuntos implicados que se citan en Plaza de Castilla deben recorrer (dado que este se debe al trazado arquitectónico que permite el acceso).

En cualquier caso: ¿es necesaria la exposición pública del reo antes del "tercer grado"? Dostoievski diría que sí. Atendiendo al grandísimo escritor ruso, es básico transitar con el sambenito como protocolo de penitencia, porque lo dice el Evangelio y, por ende, la estricta moral judeocristiana que impone. Presentarse ante la opinión pública y someterse a un juicio paralelo depura y afianza el veredicto.

Sin embargo, de nada sirve que Begoña Gómez o los implicados en los EREs en Andalucía hagan el paseíllo o sean tocados en la coronilla si no devuelven lo que deben, que no es otra cosa que la confianza en un Estado de derecho que garantice que "quien la hace la paga"; de no actuar el estado de este modo corremos el riesgo de cuestionar la consolidada democracia de la que nos vanagloriamos sin fundamento o consenso por no saber con seriedad de lo que hablamos.

Quienes tan mal lo pasaron que aplazaron su entrada en la cárcel, mediante justificante médico, hoy celebran su exculpación por la falta de consenso entre los tribunales.

Aunque en asuntos judiciales soy lega, me esfuerzo por entender lo que ha pasado en el intermedio. Tristemente, llego a la conclusión de que, al amparo de leyes y normativas incoherentes que favorecen procedimientos contradictorios, los delincuentes andan sueltos.