La llama olímpica conmemora el robo del fuego de los dioses por parte de Prometeo y su posterior entrega a la humanidad.

Sus orígenes se remontan a la antigua Grecia, donde se mantenía un fuego ardiendo en las sedes de celebración de los Juegos Olímpicos antiguos. El fuego fue reintroducido en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 y desde entonces, hasta estos Juegos de París 2024, ha sido parte fundamental de los Juegos Olímpicos modernos.

Hoy nos hemos enterado que la llama olímpica, que debe iluminar el cielo de la ciudad anfitriona desde el pebetero instalado en el estadio olímpico, no existe.

Trajeron la llama desde Olimpia a París, para que iluminara los Juegos Olímpicos, pero las autoridades han decidido que era mejor poner una llama eléctrica en su lugar.

Unos Juegos sin atletas entrando en el Estadio Olímpico. Unos Juegos sin el fuego de Olimpia. Unos juegos donde izan la bandera al revés.

La llama olímpica es un símbolo de pureza y de unión entre los pueblos pues es llevada por sistema de relevos desde el santuario de Olimpia a la ciudad sede de los Juegos Olímpicos, transmitiendo un mensaje de paz, esperanza y fraternidad entre los pueblos del mundo.

París 2024 se ha olvidado de ello y, tras ofrecernos la peor inauguración de la historia de los Juegos Olímpicos, hoy cae más bajo aún al anunciarnos que el fuego de Olimpia no iluminará el desarrollo de los mismos.

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